El departamento de pastoral obrera de la Conferencia Episcopal Española (CEE) recordó en su mensaje por la Fiesta de San José Obrero la dignidad del trabajo humano y advirtió que cualquier ataque contra esta realidad "es, intrínsecamente, un ataque a la dignidad de los hombres y mujeres que lo realizan, y por ello una negación de Dios".
La carta titulada "Si falta trabajo, la dignidad humana está herida", está firmada por Mons. Antonio Ángel Algora Hernando, Obispo de Ciudad Real y Responsable de Pastoral Obrera de la CEE.
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El texto recuerda que esta fiesta "supone para los trabajadores que profesan la fe la ocasión de recordar y agradecer, también, esas luchas por la dignidad y la justicia de todos aquellos que han hecho de su vida un compromiso en favor de la dignidad del trabajo humano, que se han esforzado por reconocer en él la dignidad de los trabajadores y trabajadoras que lo realizan".
El Obispo explicó que "en cada hombre y mujer que diariamente se esfuerza en realizar su trabajo, con el que contribuye a realizar la voluntad creadora y salvífica del Padre, contemplamos el sagrado reflejo de Dios que quiso encarnarse en Jesús de Nazaret para mostrarnos el verdadero camino de humanización y liberación que nos dirige y acerca hacia el Reino de la Paz y la Justicia, hacia el Reino de la Vida y del Amor".
Por eso, como responsable de la pastoral obrera, aseguró que "cualquier ataque a la dignidad del trabajo humano es, intrínsecamente, un ataque a la dignidad de los hombres y mujeres que lo realizan, y por ello una negación de Dios".
En el texto denunció el desempleo, la precariedad laboral, la economía sumergida, las condiciones de explotación o de inseguridad laboral, además del trabajo infantil y la discriminación laboral por razones de sexo o raza, junto con la injusticia de los salarios y otras condiciones laborales; algo que ha calificado como "heridas a la dignidad humana que se clavan en las personas de los trabajadores, y que repercute gravemente en sus condiciones de vida, y en las de sus familias, deshumanizando su existencia".
En ese sentido, recordó que la encíclica Evangelii Gaudium advierte "que cuando la vida social –también el trabajo- pone en el centro al dinero, y no a la persona, negamos la primacía del ser humano sobre las cosas, negamos la primacía de Dios", por lo que la manera de concebir hoy el trabajo humano "genera pobreza y exclusión y deshumaniza a los trabajadores".
"No podemos permanecer impasibles ante ese sufrimiento humano", expresó el departamento de pastoral obrera, que llamó a trabajar por la humanización del mundo.
Con palabras de San Juan Pablo II el Obispo denunció que "los pobres aparecen en muchos casos como resultado de la violación de la dignidad del trabajo humano: bien sea porque se limitan las posibilidades del trabajo -es decir por la plaga del desempleo-, bien porque se deprecian el trabajo y los derechos que fluyen del mismo, especialmente el derecho al justo salario, a la seguridad de la persona del trabajador y de su familia".
En la carta también recordó de manera especial a quienes perdieron la vida o la salud en accidentes laborales. "La siniestralidad laboral es una lacra, muchas veces fruto de las mismas condiciones de precariedad, de inseguridad, de escasa formación, de temporalidad en la contratación, y de baja remuneración, que pone de manifiesto esas heridas a la dignidad del trabajador y del trabajo humano, pero que sobre todo tiñen de dolor la existencia de tantas familias que se ven abocadas a la pérdida de sus seres queridos, a la incapacidad de sus miembros para poder trabajar, y que se ven condenadas a una existencia más sumida en la pobreza", expresó.
En ese sentido, dijo que tanto el 1 de mayo como el 28 de abril, Día Internacional de la Salud y la Seguridad en el Trabajo, son como ocasión para orar por los "obreros muertos en el campo de honor del trabajo".
Unas fechas que son ocasión "de reforzar la cercanía misericordiosa y compasiva con las familias de las víctimas de la siniestralidad laboral" y de "sentirnos urgidos" a denunciar las condiciones deshumanizadas en que tantas veces se desenvuelve el trabajo humano, y las consecuencias catastróficas de muerte, pérdida de salud, y pobreza familiar que entrañan".
El texto de la pastoral obrera culminó afirmando que celebrar el 1 de mayo desde la fe en Jesucristo es para la Iglesia motivo de esperanza y compromiso porque proclama que "en el trabajo humano el cristiano descubre una pequeña parte de la cruz de Cristo y la acepta con el mismo espíritu de redención, con el cual Cristo ha aceptado su cruz por nosotros" y "sentirnos nuevamente comprometidos a trabajar por un trabajo digno para todo hombre y mujer".