Andreas Widmer dedicó dos años de su vida a cuidar de San Juan Pablo II como integrante de la Guardia Suiza Pontificia y asegura que el nuevo santo le dejó gran lección: "si nos dejamos cuidar por Dios, el cielo es el límite". En declaraciones a CNA, agencia del Grupo ACI, Andreas Widmer dijo que "la mejor prueba de eso es que fue la persona más plenamente humana que he conocido" y que pese a ser el Papa, Juan Pablo II fue un "hombre normal".
Widmer dijo que con él "podías pasarlo muy bien" y esta normalidad refleja la importancia de Juan Pablo II en que todas las personas se sientan llamadas a la santidad.
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"Siempre decía que todos conocemos a los santos" y que "Dios nos hace ser santos y querer ser santos, entonces realmente deberíamos intentarlo", indicó.
Widmer fue miembro de la Guardia Suiza Pontificia de 1986 a 1988. Actualmente es director de los programas de emprendimiento de la Universidad Católica de Estados Unidos.
Cuando comenzó sus funciones en la Guardia Suiza, Widmer no tenía ningún interés en particular con respecto a su jefe aparte de ser "el hombre que estábamos protegiendo".
"No tenían ninguna inclinación especial hacia él", explicó. "Me acercaba a él como a cualquier otra persona. No tenía ningún prejuicio a favor o en su contra".
Sin embargo, con el paso del tiempo Widmer acrecentó su fe y comprendió mejor el Ministerio Petrino, siendo testigo de la huella que Juan Pablo II estaba dejando en el mundo.
Aunque nunca viajó con el Papa, Widmer pudo ver los efectos de los viajes de Juan Pablo II a 129 países durante su largo pontificado, cifra que superó a todos los viajes de los anteriores papas.
Esos viajes fueron un testimonio de "evangelización en el verdadero sentido de la palabra: llevar a Cristo al mundo". También fueron resultado de una decisión práctica: "es más fácil llevar a Cristo allá" que traer millones de peregrinos al Vaticano.
Widmer considera que con sus viajes el Papa "se hizo alcanzable" y "redefinió su Pontificado" en términos de accesibilidad. Un siglo antes, explicó Widmer, la mayoría de las personas no podían reconocer al Papa en fotografías. "Ahora sí es posible", afirmó. "Esto es un aporte no menor de sus viajes".
Widmer indicó que el Papa Juan Pablo II aprendió mucho de sus viajes. "Él supo cómo infundir la fuerza moral en sus viajes".
"A menudo, los gobiernos querían utilizarlo como sello de aprobación, pero él iba y provocaba lo contrario", explicó el ex miembro de la Guardia Suiza. "Él se aseguraba de escoger lugares en los que buscaba denunciar y decir cosas realmente difíciles", estableciendo afirmaciones morales basadas en las enseñanzas de la Iglesia en vez de cooperar con los intereses políticos de los países.
El Papa Juan Pablo II visitó numerosos países que estaban bajo el régimen soviético, incluyendo su Polonia natal. En la elección de los lugares para visitar e interactuar con los líderes soviéticos, el Papa "era astuto" pero también "sinceramente agradable".
Widmer añadió que "es muy difícil luchar" contra una persona verdaderamente amable. El amor y apoyo del Papa "a la persona humana", incluyendo a los líderes comunistas, hacía difícil para los funcionarios de gobiernos soviéticos el no querer trabajar con el pontífice.
"El Papa no peleaba con ellos porque los odiaba o les desagradaba. No peleaba contra el comunismo, él peleaba por algo, no en contra de algo. Él peleaba por la verdad y la dignidad del ser humano".
Asimismo, Widmer afirmó que cuando el Papa trabajó con líderes políticos occidentales en la transformación de algunos países del este de Europa, ellos tenían "razones divergentes en lo que hacían", y trabajaban para objetivos diferentes.
"Mientras que líderes como el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, y la Primera Ministra del Reino Unido, Margaret Thatcher, trabajaban para terminar con el comunismo, el Papa Juan Pablo II tenía un objetivo más grande.
En cuanto a los propósitos del Papa, Widmer aseguró que "es demasiado simplista decir que luchó contra el comunismo porque no fue así: él peleó en contra del ateísmo y el consumismo".
El Papa Juan Pablo II acentuó su papado por un fuerte sentido de misión, dijo Widmer, en parte por el intento de asesinato que sufrió en 1981. Sobrevivir a un atentado de esas características es "sin duda un milagro" y el Papa "se dio cuenta de eso y supo que tenía una misión que cumplir".
"Él sabía que iba a conducir a la Iglesia al nuevo milenio".