El Arzobispo de Tucumán (Argentina), Mons. Alfredo Zecca, explicó que la Iglesia no se cansa de anunciar el Evangelio de la vida y de denunciar la cultura de muerte que justifica la eliminación del ser más inocente de todos: el niño por nacer.

"La Pascua de Cristo es también nuestra Pascua y nos da la gracia para vivir como 'hombres nuevos', como 'resucitados'. Nuestro 'obrar' (nuevo) ha de seguir, necesariamente, a nuestro 'ser' (nuevo); el pecado da paso a la gracia, la luz a las tinieblas, la muerte a la vida".

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"Pero es indispensable que este nuevo ser y obrar se manifiesten en nuestra vida concreta, cotidiana, de cristianos y de ciudadanos y aquí, claro, surgen, inevitablemente interrogantes: ¿es posible que la Iglesia calle ante la maliciosa pretensión de instaurar, una vez más, la 'cultura de la muerte', como ha sucedido, hace apenas unos días, en el Congreso de la Nación, donde un grupo de parlamentarios ha vuelto a presentar un proyecto de ley de aborto libre con la excusa inadmisible del derecho de la mujer a elegir sobre su propio cuerpo?; pero, ¿de qué derecho se habla?", interpeló.

El su mensaje pascual, el Prelado tucumano hizo suyas recientes expresiones del Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Mons. José María Arancedo, quien sostuvo: "¿qué decir de la droga que sigue tronchando las vidas de nuestros jóvenes sin que se halle, hasta ahora, un remedio eficaz contra este flagelo? ¿y la violencia creciente con la locura de una supuesta "justicia por propia mano?"

"¿Podemos, acaso, los argentinos, vanagloriarnos –como algunos hacen– de ser pioneros en la defensa de los derechos humanos cuando no respetamos el más elemental de ellos: la vida humana, sagrada, indisponible, desde su concepción hasta su término natural?", cuestionó.

Mons. Zecca insistió en afirmar que "la Iglesia, fiel al mandato del Señor, no se cansará nunca de anunciar el Evangelio de la Vida y de denunciar, con el Evangelio y el derecho natural, todo intento de justificar legalmente la muerte, cualquier muerte, pero, sobre todo, la del más inocente: el niño por nacer".

"No hacerlo sería ceder a un espiritualismo tan ingenuo como pernicioso renunciando a un indispensable discernimiento evangélico que debe iluminar, desde el mensaje de Jesús, al conjunto de la sociedad".

"Quiera Dios que la Pascua nos haga reflexionar como cristianos y ciudadanos, especialmente a los que tienen mayor responsabilidad institucional y nos dé el coraje de enfrentar unidos y mancomunadamente estos desafíos. A todos deseo felices Pascuas y les envío de corazón mi bendición pastoral", concluyó.