El Arzobispo de Los Ángeles (Estados Unidos), Mons. José Gómez, llamó a los fieles a seguir el camino de las bienaventuranzas trazado por Jesús, en las cuales enseña que "ser manso no es ser pasivo ante el rostro del mal", sino responder con el bien usando "las armas espirituales del amor y de la oración, de la abnegación y la no violencia, no los medios de este mundo".
"Jesús recibió burlas y desprecios en la Cruz. Y respondió, no con ira, sino con amor, orando por aquellos que lo persiguieron. Así, nosotros también estamos llamados a dominar nuestra ira y nuestras pasiones, y a vencer el mal con el bien", afirmó el Prelado en su última columna enviada a ACI Prensa.
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En ese sentido, dijo que la Cuaresma es una ocasión propicia para reflexionar "sobre la manera en que hemos de vivir como cristianos". "La manera como llegamos a conocer a Jesús es seguir el camino que Él nos traza en los Evangelios, en la liturgia y en las enseñanzas de la Iglesia", señaló.
Mons. Gómez explicó que los valores que rigen la vida de Cristo se encuentran en las Bienaventuranzas, que "son su 'manera' de estar en el mundo, y describen su carácter, sus actitudes y su visión de la vida. Y las Bienaventuranzas son también una especie de programa para nuestras propias vidas".
"En las Bienaventuranzas, Jesús no está hablando acerca de categorías de personas. No está otorgando sus bendiciones sobre algunas personas que están afligidas o sobre aquellas que son mansas", en ellas "nos dice más bien qué cualidades necesitamos tener si queremos seguirlo".
Recordó que Cristo "quiere que nos aflijamos por el pecado del mundo y por el sufrimiento y la injusticia causados por el pecado". Sin embargo, aclaró, "afligirse no es una reacción pasiva a lo que vemos a nuestro alrededor. Él no nos está llamando a sentarnos a llorar y a lamentarnos al ver cómo están las cosas".
Así, explicó que las lágrimas de Jesús ante la tumba de Lázaro y por el sufrimiento que tendría Jerusalén "se convirtieron en aguas de sanación. Su aflicción se convirtió en fuente de vida nueva. En medio de su llanto, Él resucitó a Lázaro de entre los muertos. Con su llanto y lágrimas en la Cruz, transformó las tristezas de la ciudad en alegría, y abrió el camino hacia la 'nueva Jerusalén'".
"Al decir: 'Bienaventurados los que lloran', Jesús nos pide ser compasivos, sufrir con los que sufren, curar sus heridas y ayudarlos a llevar sus cargas (…). Al afligirnos por los pecados del mundo, estamos llamados a seguir a Jesús en la resistencia a la injusticia y en liberar a nuestro prójimo de la crueldad y del mal", indicó.
"'Bienaventurados los mansos', es también una exigencia de nuestra identidad cristiana", añadió el Prelado. Explicó que "para Jesús, ser manso no significa ser débil. Los grandes líderes del Antiguo Testamento, Moisés y David, así como también el Mesías esperado por los profetas, todos ellos fueron descritos como 'mansos'", por tanto, "'la mansedumbre nos abre una ventana al poder de Dios".
"El poder de Dios es diferente del poder del mundo. Dios no salva el mundo por medio de la agresión o de la fuerza. Jesús vino a este mundo como un niño pequeño y desconocido, un pequeño bebé nacido en un pobre pesebre. Él fue crucificado en medio de la debilidad. Al invitarnos a ser mansos, Jesús nos llama a confiar en que la debilidad de Dios es más fuerte que cualquier otra cosa en este mundo".
En ese sentido, Mons. Gómez invitó a los fieles a responder el llamado de Jesús "a desempeñar el papel que nos toca en su plan de redención", usando los medios de Dios.