El Papa Francisco dedicó la catequesis de la audiencia general de hoy a explicar el sentido de la Unción de los Enfermos y dijo que las personas no deben temer llamar al sacerdote para que la administre, ya que con este sacramento se hace presente el mismo Cristo que nos toma de la mano y nos muestra que ni la muerte ni el mal nos pueden separar de él.
El Santo Padre explicó que este sacramento se entiende con el relato bíblico del Buen Samaritano que cuida al hombre que ha sido robado, golpeado y abandonado en medio del camino, y que luego lleva a que sea cuidado en un albergue.
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Este lugar, dijo el Papa, representa a la Iglesia, "la comunidad cristiana, somos nosotros, a los cuales cada día el Señor Jesús nos confía a aquellos que están afligidos, en el cuerpo y en el espíritu, para que podamos continuar derramando sobre ellos, sin medida, toda su misericordia y su salvación".
Tras señalar que toda persona mayor de 65 años puede recibir el sacramento, el Pontífice precisó que en él "es Jesús que se acerca. Pero cuando hay un enfermo se piensa: 'Llamemos al cura, al sacerdote para que venga. No, no, porque trae mala suerte, entonces no, no lo llamamos' o 'después se asustará el enfermo'. ¿Por qué? Porque existe un poco la idea que, cuando hay un enfermo y viene el sacerdote, después de él llega la pompa fúnebre: y eso no es verdad, ¡eh!"
"El sacerdote viene para ayudar al enfermo o al anciano: por esto es tan importante la visita del sacerdote a los enfermos. Llamarlo: 'hay un enfermo, venga, dele la unción, bendígalo'. Porque es Jesús que llega para aliviarlo, para darle fuerza, para darle esperanza, para ayudarlo. También para perdonarle los pecados. ¡Y esto es hermoso!"
El Papa instó además a no pensar que "esto sea un tabú, porque siempre es hermoso saber que en el momento del dolor y de la enfermedad nosotros no estamos solos: el sacerdote y aquellos que están presentes durante la Unción de los enfermos representan, en efecto, a toda la comunidad cristiana que, como un único cuerpo, con Jesús, se estrecha entorno a quien sufre y a los familiares, alimentando en ellos la fe y la esperanza y apoyándolos con la oración y el calor fraterno".
"Pero el consuelo más grande deriva del hecho que, el que se hace presente en el Sacramento es el mismo Señor Jesús, que nos toma de la mano, nos acaricia como hacía con los enfermos, Él, y nos recuerda que ya le pertenecemos y que nada –ni siquiera el mal y la muerte– podrá nunca separarnos de Él".
Para concluir, el Papa Francisco exhortó a tener "esta costumbre de llamar al sacerdote, porque a nuestros enfermos –no digo los enfermos de gripe, de tres, cuatro días, sino cuando es una enfermedad seria– y también a nuestros ancianos, venga y les dé este Sacramento, este consuelo, esta fuerza de Jesús para seguir adelante. ¡Hagámoslo! Gracias".