Siguiendo sus catequesis sobre los Sacramentos que inició la semana pasada, el Papa Francisco retomó hoy el tema del Bautismo y explicó que éste constituye la entrada al Pueblo de Dios, que hace discípulo y misionero a quien lo recibe, encargado de llevar la fe por el mundo "como un río que irriga la tierra".
En su reflexión, para la que usó diversos pasajes del Documento de Aparecida –fruto de la V Conferencia General del Episcopado de América Latina y el Caribe en 2007 en donde el entonces Cardenal Bergoglio fue el Presidente del Comité de Redacción– el Santo Padre explicó que "así como de generación en generación se transmite la vida, del mismo modo también de generación en generación, a través del renacimiento de la fuente bautismal, se transmite la gracia, y con esta gracia el Pueblo cristiano camina en el tiempo, como un río que irriga la tierra y difunde en el mundo la bendición de Dios".
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Recordando el Documento de Aparecida, el Papa explicó que "en virtud del Bautismo nosotros nos transformamos en discípulos misioneros, llamados a llevar el Evangelio en el mundo" y citó el texto en el que se afirma que "cada bautizado, cualquiera sea su función en la Iglesia y el grado de instrucción de su fe, es un sujeto activo de evangelización. La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de todos, de todo el Pueblo de Dios, un nuevo protagonismo de los bautizados, de cada uno de los bautizados".
"El Pueblo de Dios es un Pueblo discípulo, porque recibe la fe, y misionero, porque transmite la fe. Esto lo hace el Bautismo en nosotros: hace recibir la gracia. Y la fe es transmitir la fe. Todos en la Iglesia somos discípulos y lo somos siempre, por toda la vida; y todos somos misioneros, cada uno en el puesto que el Señor le ha asignado".
El Papa Francisco dijo luego: "Todos: el más pequeño es también misionero y aquel que parece más grande es discípulo. Pero algunos de ustedes dirán: 'Padre, los obispos no son discípulos, los obispos saben todo. El Papa sabe todo, no es discípulo'. Eh, también los obispos y el Papa deben ser discípulos, porque si no son discípulos, no hacen el bien, no pueden ser misioneros, no pueden transmitir la fe ¿entendido? ¿Han entendido esto? Es importante, ¿eh? Todos nosotros: ¡discípulos y misioneros!"
El Pontífice resaltó asimismo que "nadie se salva solo. Esto es importante. Nadie se salva solo. Somos comunidad de creyentes, y en esta comunidad experimentamos la belleza de compartir la experiencia de un amor que nos precede a todos, pero que al mismo tiempo nos pide que seamos 'canales' de la gracia los unos por los otros, no obstante nuestros límites y nuestros pecados".
El Santo Padre concluyó su catequesis con la historia de la comunidad cristiana en Japón, que fue duramente perseguida a comienzos del siglo XVII: "Fueron numerosos los mártires, los miembros del clero fueron expulsados y millares de fieles fueron asesinados. No quedó en Japón ningún sacerdote, todos fueron expulsados. Entonces la comunidad se retiró a la clandestinidad, conservando la fe y la oración en el ocultamiento".
"Y cuando nacía un niño, el papá o la mamá lo bautizaban, porque todos los fieles pueden bautizar en circunstancias particulares. Cuando después de aproximadamente dos siglos y medio –250 años después– los misioneros volvieron a Japón, millares de cristianos salieron a la luz y la Iglesia pudo reflorecer. ¡Habían sobrevivido con la gracia de su Bautismo! Pero esto es grande, ¿eh? El Pueblo de Dios transmite la fe, bautiza sus hijos y va adelante".
El Papa dijo finalmente que esta comunidad habían mantenido, aún en secreto, "un fuerte espíritu comunitario, porque el Bautismo los había hecho transformar en un sólo cuerpo en Cristo: estaban aislados y escondidos, pero eran siempre miembros de la Iglesia. ¡Podemos aprender tanto de esta historia! ¡Gracias!"