Cuando “la paz se reduce al mezquino juego de intereses o a la mera ausencia de conflictos. Esta paz, sabemos, dura poco”, expresó el Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz (Argentina), Mons. José María Arancedo, y recordó que el don de la paz, es como el testamento espiritual que Jesús les dejó a sus discípulos”.
En su alocución semanal Mons. Arancedo subrayó que “el camino seguro de la paz es descubrirnos en nuestra condición de hermanos y actuar en consecuencia”.
Agregó que “esto nos muestra, además, cómo una lectura de fe no es un agregado a la realidad, sino el modo de comprenderla en su riqueza y profundidad”.
El Prelado explicó que el testamento espiritual de Jesús al dejar la paz, no se refiere a una paz mundana sino a la paz del Señor, y “para ello Jesús nos habla de conversión y de recrear en nosotros un hombre nuevo, que es la base de un mundo nuevo”.
Dijo que “la paz tiene su fuente en Dios” que es en Él un “atributo esencial, y en los hombres es “don y tarea”, sostuvo que “el don antecede a la tarea y la hace posible”.
Al recordar el lema para la Jornada Mundial de la Paz, celebrada el 1 de enero pasado, señaló que el Papa Francisca al proponer ‘la fraternidad fundamento y camino de la paz’, presenta una verdad que no es siempre comprendida y que se descubre “desde la fe en un Dios que es Padre de todos”.
El Arzobispo resaltó que para comenzar a cambiar el mundo se debe cambiar el corazón del hombre, porque “cuando queremos iniciar la tarea de la paz y no estamos dispuestos a remover los males que la comprometen, sea el egoísmo y el odio, la deshonestidad y la corrupción, la pobreza y la injusticia, la paz pasa a ser un deseo sin raíces. El don nos compromete a una tarea”.
“Jesucristo a lo largo del Evangelio nos enseña lo que es el primer principio de la moral social, al decirnos, todo hombre es mi hermano. Cuando perdemos de vista la exigencia moral de este principio se empobrece la condición humana y la paz pierde su fundamento más sólido”, sostuvo.
Al finalizar exhortó a pedir que el Señor lo ayude a actuar “como hermanos, para formar una sociedad más humana, espiritual y justa que nos permita crecer en la amistad social”.