Desde ayer, la Iglesia Católica cuenta con un nuevo santo: San Pedro Fabro, el primer compañero de San Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas. Al recibir el 17 de diciembre por la tarde al Prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, Cardenal Angelo Amato, el Papa Francisco inscribió al beato jesuita en el Libro de los Santos.
El pasado mes de agosto, en una entrevista con el director de la revista jesuita Civiltà Cattolica, Padre Antonio Spadaro, el Papa Francisco afirmó que Pedro Fabro es una fuente de inspiración para su Pontificado.
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Según explicó el P. Spadaro a Radio Vaticana, el Pontífice admira especialmente a Pedro Fabro por el "diálogo con todos, incluso los alejados y los contrarios. Su piedad popular, sencillez, ingenuidad –el Papa mismo, se ha definido a sí mismo como un poco ingenuo pero astuto a la vez–, su disponibilidad inmediata. Pero dos cosas que considero verdaderamente fundamentales son su actitud de discernimiento y de ser un hombre de decisiones grandes y fuertes, siendo al mismo tiempo muy, muy dulce".
Como el Papa Francisco, "en la espiritualidad humana era un hombre muy abierto a la experiencia y a la vida. Sobre todo, era un hombre sin las barreras mentales, sin presunciones. Amante de la reforma de la Iglesia, sabía que era necesario todavía mucho tiempo y basó sus deseos de reforma en la amistad", dijo el P. Spadaro.
"Por otro lado Fabro –continuó–, vivió en el clima tormentoso y fluido de la primera mitad del siglo XVI en París y por tanto, es portador de una sensibilidad moderna que vibra en consonancia con las nuestras. También incorporó una apertura espiritual y contra los desafíos de su época, que nos recuerda mucho al celo misionero de Papa Francesco".
Incluso "un día, por ejemplo, sintió interiormente la necesidad de orar al mismo tiempo por el Papa, por Lutero, y por Enrique VIII", dijo.
El P. Spadaro señaló que la canonización tiene un significado muy fuerte entre los jesuitas y en cierto modo hace justicia a la historia, "porque todos están familiarizados con el San Francisco Javier, el segundo compañero de San Ignacio de Loyola. Pero Pedro Fabro fue el primero, el primer oficial que compartió habitación de estudiante con San Ignacio, en la Universidad de París, fue el primero en acercarse a él, el primero en hacer los ejercicios espirituales".
"Yo diría que sin Pedro Fabro los jesuitas no existirían. Así que es un momento muy especial", concluyó.
La práctica de canonización adoptada para el Beato Fabro es la canonización "equivalente", también llamada "extraordinaria", o "a ciencia cierta". Se trata de un tipo de canonización que solo puede imponer el Papa al reconocer y ordenar el culto público y universal de un Siervo de Dios sin haber pasado por el procedimiento ordinario de la canonización formal, es decir, sin necesidad de verificarse milagro alguno.
Aunque este tipo de concesiones no son muy habituales dentro de la Iglesia, el Papa puede dispensarla si la veneración al santo ha sido realizada desde mucho tiempo atrás y de forma continuada por la Iglesia, o de tratarse de figuras eclesiales particularmente importantes que fueron un culto litúrgico antiguo extendido y con ininterrumpida fama de santidad e intercesión ante Dios.
La vida de Pedro Fabro
Pedro Fabro nació el 13 de abril de 1506 en Saboya, Francia. Fue el mayor de una familia devota y moderadamente próspera, que vivía del campo y del pastoreo. A los dieciséis años fue enviado a estudiar a La Roche, bajo el cuidado de Pierre Veillard, un santo y erudito sacerdote que ejerció en él una gran influencia.
En 1525 ingresó en el Colegio de Montaigu en la Universidad de París, pero pronto se trasladó al de Santa Bárbara, donde compartió alojamiento con San Francisco Javier, con quien conocería a San Ignacio de Loyola.
Las dudas y tentaciones sobre su futuro asaltaron a Fabro, pero aconsejado por Ignacio, hizo la primera semana de los "Ejercicios Espirituales", y superó sus problemas convirtiéndose en su primer discípulo en París.
En 1530 recibió el grado de bachiller y de licenciado en Artes, y empezó seis años de estudio intermitente de teología. A inicios 1534 hizo los Ejercicios Espirituales completos, bajo la guía de Ignacio, penetrando en ellos tan profundamente que, más tarde, Ignacio lo consideró el mejor director de Ejercicios, entre todos sus compañeros.
Se ordenó en mayo y celebró su primera Misa (15 agosto 1534) en Montmartre, donde San Ignacio y sus otros compañeros hicieron votos de pobreza, castidad y obediencia y de trabajar apostólicamente en Tierra Santa.
Después Fabro tendría un papel muy activo en la consecución de la aprobación de la Compañía de Jesús por parte del Papa Paulo III. Murió el 1 de agosto de 1546 en Roma, como teólogo pontificio.
Se sabe de él que tenía un extraordinario don para la amistad. Por doquier su sencillez y simpatía, unidas a un sólido saber, despertaban el amor de Dios en los que trataba y preparaba el camino para la naciente Compañía de Jesús.
El primer jesuita alemán, Pedro Canisio decía de él, que "nunca había encontrado «un teólogo más profundo o un hombre de tan impresionante santidad... todas sus palabras estaban llenas de Dios".
Esto se reflejaría en su Memorial, su diario espiritual, escrito principalmente entre junio de 1542 y mayo 1545. Después de los Ejercicios espirituales y las Constituciones, el Memorial de Fabro es el documento considerado más precioso de la espiritualidad de la Compañía de Jesús.
Su propósito era relatar las gracias divinas que recibió, para discernir mejor la dirección del Espíritu que lo guiaba. Desgraciadamente, el manuscrito permaneció inédito durante tres siglos.
Su vida demuestra cómo el carisma original de los jesuitas fue recibido, reflejado e irradiado por una personalidad considerada más sencilla y menos profunda, y más alegre y menos austera que la de su principal fundado, San Ignacio.
Avanzan otras Causas de Canonización
Por otro lado, en su encuentro con el Cardenal Amato, el Papa también autorizó la promulgación del decreto de las virtudes heroicas del español Manuel Herranza Establés, sacerdote diocesano y fundador de las Religiosas Esclavas de la Virgen Dolorosa, muerto en Madrid en el año 1968.
Además, el Pontífice también promulgó el decreto del milagro atribuido a la Venerable Sierva de Dios María Teresa Demjanovich, Religiosa de la Congregación de las Hermanas de la Caridad de Santa Isabel, muerta en 1927 en Nueva Jersey (Estados Unidos).