María es "la madre de la esperanza", es "el ícono más expresivo de la esperanza cristiana", dijo el Papa Francisco en la homilía que pronunció hoy durante la celebración de las Vísperas con las monjas de clausura benedictinas camaldulenses en el Aventino, en Roma (Italia).
Una homilía en la que el Pontífice invitó a "ver siempre hacia el mañana", sin detenerse en el hoy, y haciéndolo con "una actitud de esperanza". El Santo Padre también preguntó si en los monasterios "todavía está encendida la lámpara de la esperanza".
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La visita del Pontífice al monasterio San Antonio Abad de las hermanas benedictinas camaldulenses, comenzó a las 17:00 (hora local) de este jueves 21 de noviembre como parte de la Jornada de la Vida Contemplativa y en el marco del Año de la Fe.
El Pontífice recitó las Vísperas en comunidad y adoró al Santísimo Sacramento. El Papa dijo luego que "toda la vida es un conjunto de actitudes de esperanza empezando por el 'sí' en el momento de la Anunciación: María no sabía cómo podía ser madre, pero se confió totalmente al misterio que estaba por cumplirse, y se convirtió en la madre de la esperanza".
El Pontífice recordó que, ante todas las dificultades, "la esperanza de la Virgen no vacila nunca, y esto nos dice que la esperanza se nutre de escucha y paciencia".
Incluso al pie de la Cruz, cuando "todo parece verdaderamente perdido y la esperanza podría decirse apagada", cuando –al recordar las promesas de la Anunciación– María habría podido decir "fui engañada", ella "continúa creyendo en su fe y ve el futuro nuevo que espera con esperanza el mañana de Dios".
"Muchas veces pienso –añadió Francisco–; no sabemos esperar el mañana, vemos siempre el hoy, el hoy, el hoy". Pero, incluso en el sepulcro de Jesús, prosiguió, "la única lámpara encendida es la esperanza de la madre, que en ese momento es la esperanza de todo el mundo". Por ello, el Papa preguntó: "¿en los monasterios está encendida esta lámpara? ¿En los monasterios se espera el mañana de Dios?".
"María es madre de esperanza, nos sostiene en los momentos de oscuridad, de dificultad, de desconsuelo, de aparente derrota", dijo el Papa y concluyó: "Que nos ayude, pues a hacer de nuestra vida que agrade al Padre celestial, un don alegre para nuestros hermanos con una actitud que siempre ve hacia el mañana".
El 21 de noviembre de 1953, con ocasión de la memoria litúrgica de la Presentación de María en el Templo, el Papa Pío XII instituyó la Jornada pro orantibus, dedicada a todas las comunidades de clausura.
Desde entonces, cada año el 21 de noviembre, todos los fieles están invitados a agradecer al Señor por el don de la vida contemplativa y, en particular, por todas las personas que, respondiendo a esta particular llamada vocacional y desde muchos conventos esparcidos por todo el mundo, elevan su oración incesante por la edificación del Reino de Dios.