En su catequesis de esta mañana en la audiencia general celebrada en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco explicó que el protagonista del perdón de los pecados es el Espíritu Santo, quien obra la misericordia de Dios a través de las "llagas de Jesús" y, como Él mismo dispuso, solamente a través de los sacerdotes. No es posible la confesión "directa" con Dios.
Ante miles de fieles presentes, el Santo Padre reflexionó sobre la "potestad de las llaves" dada a los Apóstoles: "en primer lugar, debemos recordar que el protagonista del perdón de los pecados es el Espíritu Santo. Él es el protagonista. En su primera aparición a los Apóstoles en el Cenáculo, -hemos escuchado- Jesús resucitado hizo el gesto de soplar sobre ellos, diciendo: 'Reciban al Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan'".
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El Santo Padre resaltó asimismo que el sacerdote es el "instrumento para el perdón de los pecados. El perdón de Dios que se nos da en la Iglesia, se nos transmite a través del ministerio de un hermano nuestro, el sacerdote; también él un hombre que, como nosotros, necesita la misericordia, se hace realmente instrumento de misericordia, dándonos el amor sin límites de Dios Padre".
"También los sacerdotes deben confesarse, incluso los obispos: todos somos pecadores. ¡Incluso el Papa se confiesa cada quince días, porque el Papa es también un pecador! Y el confesor siente lo que yo le digo, me aconseja y me perdona, porque todos tenemos necesidad de este perdón".
Antes de soplar sobre los Apóstoles para infundir el Espíritu Santo, explicó el Papa, "Jesús muestra sus heridas en sus manos y el costado: estas heridas representan el precio de nuestra salvación. El Espíritu Santo nos trae el perdón de Dios 'pasando por las llagas' de Jesús. Estas llagas que Él ha querido conservar. También en este tiempo, en el cielo, Él muestra al Padre las heridas con las que nos ha redimido. Y por la fuerza de estas llagas son perdonados nuestros pecados. Así que Jesús dio su vida por nuestra paz, por nuestra alegría, por la gracia de nuestra alma, para el perdón de nuestros pecados. Y esto es muy bonito, mirar a Jesús así".
"Jesús da a los Apóstoles el poder de perdonar los pecados. ¿Pero cómo es esto? Porque es un poco difícil entender como un hombre puede perdonar los pecados. Jesús da el poder. La Iglesia es depositaria del poder de las llaves: para abrir, cerrar, para perdonar. Dios perdona a cada hombre en su misericordia soberana, pero Él mismo quiso que los que pertenezcan a Cristo y a su Iglesia, reciban el perdón a través de los ministros de la Comunidad".
El Papa Francisco dijo que "a través del ministerio apostólico la misericordia de Dios me alcanza, mis pecados son perdonados y se me da la alegría. De este modo, Jesús nos llama a vivir la reconciliación incluso en la dimensión eclesial, comunitaria. Y esto es muy hermoso. La Iglesia, que es santa y a la vez necesitada de penitencia, nos acompaña en nuestro camino de conversión toda la vida. La Iglesia no es la dueña del poder de las llaves: no es dueña, sino que es sierva del ministerio de misericordia y se alegra siempre que puede ofrecer este regalo divino".
"Muchas personas, quizá no entienden la dimensión eclesial del perdón, porque domina siempre el individualismo, el subjetivismo, y también nosotros cristianos sufrimos esto. Por supuesto, Dios perdona a todo pecador arrepentido, personalmente, pero el cristiano está unido a Cristo, y Cristo está unido a la Iglesia. Y para nosotros cristianos hay un regalo más, y hay también un compromiso más: pasar humildemente a través del ministerio eclesial. ¡Y eso tenemos que valorizarlo! Es un don, pero es también una curación, es una protección y también la seguridad de que Dios nos ha perdonado".
"Voy del hermano sacerdote y digo: "Padre, he hecho esto..." "Pero yo te perdono: es Dios quien perdona y yo estoy seguro, en ese momento, que Dios me ha perdonado. ¡Y esto es hermoso! Esto es tener la seguridad de lo que siempre decimos: "¡Dios siempre nos perdona! ¡No se cansa de perdonar!". Nunca debemos cansarnos de ir a pedir perdón. "Pero, padre, me da vergüenza ir a decirle mis pecados...". "¡Pero, mira, nuestras madres, nuestras mujeres, decían que es mejor sonrojarse una vez, que mil veces tener el color amarillo, eh!" Tú te sonrojas una vez, te perdona los pecados y adelante".
A veces, alertó el Papa, "se oye a alguien que dice que se confiesa directamente con Dios... Sí, como decía antes, Dios siempre te escucha, pero en el Sacramento de la Reconciliación envía un hermano para traerte el perdón, la seguridad del perdón, en nombre de la Iglesia".
Para concluir el Pontífice alentó a no olvidar "que Dios nunca se cansa de perdonarnos; mediante el ministerio del sacerdote nos estrecha en un nuevo abrazo que nos regenera y nos permite levantarnos de nuevo y reanudar el camino. Porque ésta es nuestra vida: continuamente levantarse y seguir adelante. ¡Gracias!"