La Iglesia es santa porque su origen es Dios que es santo y a ella pertenecen no solo los "puros" sino también todos los pecadores, incluso aquellos que están más alejados, dijo esta mañana (hora local) el Papa Francisco en la audiencia general que presidió en la Plaza de San Pedro ante unas 50 mil personas.
Reflexionando sobre el Credo, concretamente en la parte en la que se dice que la Iglesia es santa, el Santo Padre dijo que "pueden decirme: pero la Iglesia está formada por pecadores; lo vemos todos los días. Es verdad: somos una Iglesia de pecadores; y nosotros, los pecadores, estamos llamados a dejarnos transformar...por Dios. En la historia de la Iglesia ha habido la tentación por parte de algunos de afirmar: la Iglesia es solo la Iglesia de los puros, de los que son totalmente coherentes, y a los otros hay que alejarlos. ¡No, es verdad!. Esto es una herejía".
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"La Iglesia, que es santa, no rechaza a los pecadores: los acoge y está abierta también a los más lejanos, llama a todos a dejarse envolver por la misericordia, la ternura y el perdón del Padre que da a todos la posibilidad de encontrarlo, de caminar hacia la santidad....¿Alguno de los que está aquí ha venido sin sus pecados? No, todos llevamos nuestros pecados con nosotros".
La conciencia de la santidad de la Iglesia, explicó el Papa Francisco, "estuvo presente desde el principio en la conciencia de los primeros cristianos, que se llamaban sencillamente 'los santos' porque tenían la certeza que es la acción de Dios, el Espíritu Santo que santifica la Iglesia".
Pero, se ha preguntado, "¿Cómo podemos decir que la Iglesia es santa, si vemos que la Iglesia histórica, en su camino durante los siglos, ha atravesado tantos ... momentos de oscuridad? ¿Cómo puede ser santa una Iglesia hecha de seres humanos, de pecadores, hombres pecadores, mujeres pecadoras, sacerdotes pecadores, monjas pecadoras, obispos pecadores, cardenales pecadores, papas pecadores?. Todos. ¿Cómo puede ser santa una Iglesia así?"
La Iglesia es santa porque "procede de Dios que es santo, es fiel y no la abandona nunca al poder de la muerte y del mal; es santa porque Jesucristo, el Santo de Dios, se ha unido a ella indisolublemente; es santa porque la guía el Espíritu Santo que la purifica, la renueva y la renueva. No es santa por nuestros méritos, sino porque Dios la hace santa".
En la Iglesia, el Dios que encontramos "no es un juez despiadado, es como el Padre de la parábola evangélica... El Señor quiere que seamos parte de una Iglesia que sabe abrir los brazos para acoger a todos, que no es la casa de unos pocos, sino de todos, donde todos pueden ser renovados, transformados y santificados por su amor; los más fuertes y los más débiles, los pecadores, los indiferentes, los que se sienten abandonados y perdidos. La Iglesia brinda a todos la posibilidad de recorrer el camino de la santidad que es el camino del cristiano".
Para concluir el Papa ha exhortado a no tener miedo "de la santidad de dejarse amar y purificar por Dios...Dejemos que la santidad de Dios nos contagie. Cada cristiano está llamado a la santidad; y la santidad no consiste, ante todo, en hacer cosas extraordinarias, sino en dejar que Dios actúe. Es el encuentro de nuestra debilidad con la fuerza de su gracia".