El Papa Francisco se reunió en el Vaticano con más de 1.600 catequistas procedentes de todo el mundo que han acudido a Roma en peregrinación por el Año de la Fe. El Papa ingresó caminando desde el fondo del Aula Pablo VI y saludó a los entusiastas catequistas.
Francisco se dirigió a los catequistas con un discurso preparado aunque levantó la mirada de los papeles con frecuencia para explicar los tres puntos que considera indispensables para cualquier buen catequista. El Papa dijo que ser buen catequista significa tener familiaridad con Jesús, imitar a Cristo que significa ir a buscar a los demás y no tener miedo de ir a la periferia con Jesús.
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El Papa dijo que ser catequista es una verdadera vocación porque no se trabaja o se hace de catequista sino que "se es catequista". Citando a Benedicto XVI, recordó que la Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción, y lo que atrae es el testimonio. Asimismo, mencionó las palabras que solía decir san Francisco de Asís: "predicad siempre el Evangelio y si fuera necesario también con las palabras".
El Papa resaltó que "ser catequista requiere amor, amor cada vez más fuerte a Cristo y amor a su pueblo santo y este amor necesariamente viene de Cristo". Y les ha preguntó: "¿Qué significa este venir de Cristo para un catequista?". En tres puntos lo explicó.
Francisco consideró esencial la familiaridad que se debe gestar entre el catequista y Jesús. Y aseguró que tener un "título de catequista" es solo un pequeño camino porque enseñar la fe no se trata de de un título, sino que "es una actitud".
Dejarse mirar por Cristo, señaló el Obispo de Roma, es una forma de rezar. "Esto calienta el corazón, tiene acceso al fuego de la amistad, hace sentir que Él verdaderamente me mira, está cerca de mí y me quiere", indicó.
El Papa reconoció que entiende que no es sencilla la tarea, "especialmente para quien está casado y tiene hijos". Expresó que no es necesario hacer todo de la misma manera, porque en la Iglesia "hay variedad de vocaciones y variedad de formas espirituales". Lo importante, remarcó, "es encontrar el modo adecuado para estar con el Señor; y esto se puede, es posible en cada estado de vida".
El segundo elemento que puntualizó es imitar a Cristo en el salir de sí e "ir al encuentro con el otro". Aunque aceptó que parece una experiencia paradójica, describió: "¡Quien pone al centro de la propia vida a Cristo se descentra! Cuanto más te unís a Jesús, Él se convierte en el centro de tu vida; cuánto más Él te hace salir de ti mismo, te descentra y te abre a los otros". Y utilizó una metáfora al decir que el corazón del catequista realiza esas acciones como los movimientos cardíacos de la sístole y la diástole.
En tercer lugar, Francisco habló de la historia de Jonás, un hombre pío que cuando el Señor lo llama para predicar en Nínive no se siente capaz. "Nínive está fuera de sus esquemas, está en la periferia de su mundo. Dios no tiene miedo de las periferias". Y añadió que Dios es siempre fiel, creativo, no es cerrado ni rígido, nos acoge, nos viene al encuentro, nos comprende.
También destacó la creatividad del catequista como una columna de su labor. "Si un catequista se dejan llevar por el miedo, es un cobarde; si un catequista se queda tranquilo terminan por ser una estatua de museo; si un catequista es rígido, se vuelve reseco y estéril", advirtió.
Del mismo modo, recordó que prefiere "una Iglesia accidentada que una Iglesia enferma". Y en esta labor, "nuestra belleza y nuestra fuerza" es que "si salimos a llevar su Evangelio con amor Él camina con nosotros" y "nos primerea" siempre.
El Santo Padre subrayó que Dios siempre "nos precede y que si tenemos miedo de ir a una periferia, en realidad Él ya está allí". Al finalizar, dio las gracias a los catequistas y los invitó a permanecer con Cristo, ser una sola cosa con Él, seguirlo e imitarlo.