El Obispo de Córdoba (España), Mons. Demetrio Fernández, escribió su carta pastoral titulada "Dios, el dinero y la corrupción",para invitar a los fieles a reflexionar en qué emplean el dinero y así saber si llevan su vida por buen camino, ya que "donde está Dios, el dinero de emplea de manera apropiada", en cambio, donde se le ignora, "la avaricia no encuentra límite ni freno".
"Nos duele especialmente que esto se produzca en el ámbito de la administración pública, donde se administra el dinero de todos, cuando hay recursos para todos, y por la avaricia de algunos, muchos se quedan sin lo necesario para vivir. Pero este combate se libra en el corazón de cada uno, de cada familia, de cada institución, también dentro de la Iglesia, donde sus hijos también son pecadores", explicó el Obispo de Córdoba.
En ese sentido, Mons. Fernández señaló que la codicia aparta a Dios de la vida de las personas porque "el dinero se convierte en una tentación de quien busca seguridades y, al encontrarlas en el dinero, prescinde de Dios".
"El dinero no es malo, incluso es necesario para vivir, pero Jesús nos advierte del peligro del dinero y nos invita a abrazar libremente la austeridad de vida y la pobreza voluntaria. Máxime cuando el desequilibrio mundial en este punto es tan escandaloso: unos mucho, hasta rebosar y derrochar; y otros, nada ni siquiera lo necesario para vivir. Jesús, siendo dueño de todo, se ha despojado de todo, dándonos ejemplo para que sigamos sus huellas", indicó.
Mons. Fernández señaló que es inconcebible que un creyente se aferre al dinero hasta el punto de perder a Dios. "Llega un momento en que el dinero es antagonista de Dios, y tenemos que elegir. O Dios o el dinero. Si uno elige a Dios, tendrá que 'perder' dinero. Si uno elige el dinero, pierde a Dios, se queda sin Dios. Cuando uno no tiene a Dios ni le importa Dios, es muy explicable que se agarre al dinero, aunque éste nunca le dará la felicidad, y más bien temprano que tarde tendrá que dejarlo todo cuando le llegue la muerte", afirmó.
Dijo que por ello "Jesús nos invita en el Evangelio a ser astutos en la consecución de la meta, de lo único importante de nuestra vida: la santidad, el ser hijos de Dios en plenitud". "Nuestras cualidades, nuestros recursos, nuestro tiempo, nuestra salud", indicó, son medios para alcanzar la meta de la santidad.
"Emplear esos bienes para alcanzar la salvación eterna, haciendo el bien a los demás, nos hará triunfar en la vida. Dios nos invita a ser generosos, a dar más de lo que corresponde. Dios nos invita incluso a ser misericordiosos, es decir, a parecernos a él. Perdonando a quien nos ofende, reaccionando con amor ante quien no nos ama e incluso nos persigue. Esta es la generosidad divina y así quiere hacernos a nosotros generosos", culminó.