Al visitar el 10 de septiembre a más de 400 refugiados del Centro Astalli, el Servicio Jesuita a disposición de los refugiados que llegan a Roma, el Papa Francisco recordó las instituciones que la limosna "no basta" y recordó la necesidad de acoger a estas personas e integrarlas en la sociedad.
"La simple acogida no basta. No basta dar un sándwich si no se acompaña de la oportunidad de aprender a caminar sobre sus propios pies. La caridad que deja a los pobres tal y como están no es suficiente. La misericordia verdadera, aquella que Dios nos da y nos enseña, pide justicia, pide que el pobre encuentre su camino para dejar de serlo", dijo el Papa Francisco durante un discurso pronunciado a los miembros de esta institución, trabajadores, voluntarios, amigos y refugiados en Roma.
La misericordia "nos lo pide como Iglesia, como ciudad de Roma, a las instituciones, pide que ninguno tenga ya la necesidad de un comedor público, de un alojamiento temporal, de un servicio de asistencia legal para que le reconozcan el propio derecho a vivir y a trabajar, a ser plenamente persona", añadió.
El Papa llegó al centro a la hora del almuerzo y se sentó a comer con algunos refugiados y los voluntarios que servían la mesa. Después visitó la capilla del centro para orar y desde allí se dirigió a la iglesia del Gesú, a escasos pasos del centro, donde fue acogido por 400 personas miembro de esta institución y escuchó, antes de pronunciar su discurso, las palabras de dos refugiados, un joven sudanés y una mujer siria.
"Desde este lugar de acogida, de encuentro y de servicio, quisiera que todos se hicieran una pregunta, para todas las personas que viven aquí en la diócesis de Roma: ¿Me inclino para ayudar a quienes están en dificultad, o tengo miedo de ensuciarme las manos? ¿Estoy encerrado en mí mismo, en mis cosas, o me cercioro de que otros necesitan ayuda? Me sirvo solo a mí mismo, o sé servir a los demás como Cristo, que vino a servir hasta dar su propia vida? ¿Miro a los ojos de los que buscan la justicia, o dirijo la mirada hacia otro lado? ¿Para no mirarles a los ojos?", cuestionó.
El Papa señaló que los pobres son los maestros privilegiados de nuestro conocimiento de Dios, y con su fragilidad y sencillez descubren nuestros egoísmos, nuestras falsas certezas, nuestras pretensiones de autosuficiencia, y nos guían a la experiencia de la cercanía y la ternura de Dios para recibir en nuestra vida su amor, la misericordia del Padre que, con discreción y paciente confianza cuida de nosotros.
"Todos los días, aquí y en otros centros, muchas personas, especialmente jóvenes, hacen fila para tener un plato de comida caliente. Estas personas nos recuerdan el sufrimiento y las tragedias de la humanidad. Pero esta fila también nos dice que hagamos algo, ahora, todos, es posible. Es tan sencillo como llamar a la puerta, y tratar de decir: 'Yo estoy aquí. ¿Cómo puedo ayudar?'", animó.
Al dirigirse a los refugiados, el Papa puso de ejemplo la historia de un joven sudanés –Adam-, y una mujer siria –Carol-, dos colaboradores del Centro Astalli que huyeron de sus países a causa de la guerra y la persecución.
"Adam dijo: Nosotros, los refugiados tenemos el deber de hacer todo lo posible para ser integrados en Italia. Y este es un derecho: ¡La integración! Y Carol dijo: Los sirios en Europa sienten la gran responsabilidad de no ser una carga, queremos ser parte activa de una nueva sociedad. ¡Esto también es un derecho! Esta responsabilidad es la base ética, es la fuerza para construir juntos. Me pregunto: ¿acompañamos este viaje?", señaló Francisco.
"Cada uno de ustedes, estimados amigos, trae consigo mismo una historia de vida que nos habla de los dramas de las guerras y los conflictos vinculados e menudo a la política internacional. Pero ante todo cada uno de ustedes porta una riqueza humana y religiosa, para acogerla, y no para temerla", agregó.
"Muchos de ustedes son musulmanes, de otras religiones, vinieron de diferentes países, de situaciones distintas. ¡No tengan miedo a las diferencias! La fraternidad nos hace descubrir que son un tesoro. ¡Son un regalo para todos! ¡Vivamos la fraternidad!", animó.
"¿Cuántas veces, sin embargo aquí, como en tantos otras partes, muchas personas que llevan escrito 'protección internacional' en su permiso de residencia, se ven obligadas a vivir en situaciones adversas, en ocasiones con un trato denigrante, ¡y sin la posibilidad de iniciar una vida digna ni de pensar en un nuevo futuro!", clamó.
El Papa agradeció en especial al director del Centro Astalli, el sacerdote jesuita Giovanni La Manna, así como a todos los servicios eclesiales, públicos y privados, que se ocupan de acoger a estas personas con un proyecto.
"Ustedes hermanos, trabajadores, voluntarios, benefactores, no solo donan algo de su tiempo, sino que tratan de establecer una relación con los solicitantes de asilo y los refugiados, a quienes reconocen como personas, comprometiéndose a encontrar respuestas concretas a sus necesidades. ¡Mantengan siempre viva la esperanza! ¡Ayuden a recuperar la confianza! Demuestren que con la acogida y la hermandad se puede abrir una ventana al futuro; más que una ventana una puerta, ¡que les permita dar un futuro!", dijo.
Por otro lado, subrayó tres palabras que son el programa de trabajo de los jesuitas y sus colaboradores: Servir, acompañar, defender.
Explicó que servir significa dar cabida a la persona que llega, con cuidado, significa inclinarse hacia quien tiene necesidad y tenderle la mano, sin miedo, con ternura y comprensión, "así como Jesús se inclinó para lavar los pies de los apóstoles". Servir "significa trabajar al lado de los más necesitados, establecer con ellos en primer lugar una relación humana, de cercanía, vínculos de solidaridad", añadió.
En el sentido de acompañar, el Papa animó a sembrar la "Solidaridad", "esta palabra –subrayó-, es la que da más miedo al mundo desarrollado. Tratan de no usarla. Es casi un insulto para ellos. ¡Pero es nuestra palabra! Servir significa reconocer y acoger lo que exige la justicia, la esperanza y buscar juntos los caminos precisos de liberación".
"Acompañar. En los últimos años, el Centro Astalli recorrió un camino. Al inicio ofrecía servicios de primera acogida: un comedor, una cama, ayuda legal… Después aprendió a acompañar a las personas en busca de trabajo y de la inserción social. Y después propuso actividades culturales para desarrollar una cultura de la acogida, una cultura del encuentro y de la solidaridad, a partir de la protección de los derechos humanos".
Defender es ponerse del lado de los más débiles, dijo. "Cuántas veces alzamos la voz para defender nuestros derechos, pero ¡Cuántas veces somos indiferentes a los derechos de los demás! ¡Cuántas veces no sabemos o no queremos dar voz a quienes como ustedes sufrieron y sufren, a quienes vieron pisotear sus propios derechos, a quien sufrieron tanta violencia que ya ni quieren buscar justicia!", alzó su voz.
Por último, recordó que para la Iglesia es fundamental acoger a los pobres y promover la justicia y que no sean solamente confiadas a los 'especialistas', sino que sea una atención de todo el trabajo pastoral, de la formación de los futuros presbíteros y religiosos, del compromiso normal de todas las parroquias, los movimientos y grupos eclesiales.