La agencia AICA informó que el Papa Francisco promueve la causa de beatificación de la laica consagrada María Antonia de Paz y Figueroa, conocida como "Mama Antula", que vivió promoviendo los retiros espirituales; y para la cual ya hizo "gestiones" en la congregación para las Causas de los Santos.
Así lo confirmó el Santo Padre en una carta enviada días atrás a Luisa Sánchez Sorondo y Francisco Bossa, un matrimonio que llegó a Santiago del Estero (Argentina) con el objetivo de difundir la vida de la "Mama Antula", quien vivió a fines del siglo XVIII.
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Luisa es descendiente colateral de la venerable Mama Antula, oriunda de Silípica, Santiago del Estero. Hace algunos años recibieron la misión de trabajar por su beatificación, y el 19 de marzo, día del inicio del pontificado de Francisco, lograron estar presentes en la Plaza de San Pedro y que el Papa levantara y besara a su hijo de poco más de un año.
"Vinimos específicamente para lo que él nos pidió: difundir la causa", dijo Luisa en referencia al pedido que el Papa les realizó dos días después de su asunción a la silla de Pedro. "Nos dijo que tenemos que trabajar mucho en la realización de la causa, y por eso vinimos a Santiago del Estero", agregó.
"El Papa pidió a la familia que hagamos difusión de la causa porque nosotros somos descendientes colaterales de ella. A él le interesa la causa por ser Mama Antula una laica consagrada, como un ejemplo de vida de mujer al servicio de la Iglesia, porque ella sirvió de una manera diferente", explicó Luisa. En su carta, Francisco expresó que también desea "la pronta beatificación de María Antonia. Ya hice varias gestiones en la Congregación para las Causas de los Santos".
Breve reseña
En 1760, en Santiago del Estero, María Antonia de Paz y Figueroa reunió a un grupo de chicas jóvenes que vivían en común, rezaban, ejercían la caridad y colaboraban con los padres jesuitas. En aquel entonces se las llamaba "beatas"; ahora se les dice laicas consagradas. Durante veinte años María Antonia estuvo al servicio de los padres jesuitas, asistiéndolos especialmente en las tareas auxiliares de los ejercicios espirituales.
En menos de un año organizó en Córdoba ocho tandas de 200 y 300 personas. Y siempre conseguía las limosnas suficientes como para mantener a toda esa gente e incluso en ocasiones había un excedente que sería para ayudar a pobres y presos.
Hacia 1788 escribió Ambrosio Funes una carta contando que en ocho años habrían hecho ejercicios espirituales unas 70.000 personas. Por eso proyectaba una casa dedicada especialmente a estas prácticas. Como respuesta obtuvo la donación de tres parcelas de terreno contiguas. Pero faltaba todo lo demás, de manera que inició nuevamente a solicitar ayuda y tuvo como apoderado en esta tarea a Cornelio Saavedra.
En Roma, las cartas de María Antonia a sus amigos los jesuitas, después de ser traducidas al latín, francés, inglés y alemán, eran enviadas a distintas naciones, en particular a Rusia, único país que no había acatado el destierro de los jesuitas. Ciertos conventos franceses se habían reformado al leer sus cartas. La importancia asignada a los ejercicios por el obispo de Buenos Aires, monseñor Sebastián Malvar y Pinto, lo llevó a disponer que "ningún seminarista se ordenase sin que primero la beata certificase la conducta con que se hubiesen portado en esos ejercicios". Con lo cual se asignaba a María Antonia un papel significativo en la Iglesia porteña de ese entonces.
Para conocer la causa se puede ingresar al sitio web www.mamaantula.org