Stefano Cabizza tiene 19 años de edad y aún no sale de su asombro. Hace unos días atendió por teléfono al Papa Francisco, quien lo llamó -con su característico acento argentino- para dar respuesta a una carta que éste le envió.
"Me ha dicho que le hable de 'tú', me dijo ¿Crees que los apóstoles llamaban de usted a Jesús? ¿O lo llamasen su excelencia? Eran amigos como lo somos ahora tú y yo, y yo a los amigos les suelo hablar de 'tú'", explicó emocionado este joven de Padua en declaraciones al diario italiano Il Gazzettino.
El Papa Francisco lo llamó sobre las 17 horas del 22 de agosto, en su segundo intento de contactarlo. Ambos charlaron por ocho minutos en los que "hemos reído y bromeado", según asegura el joven.
"También me ha dicho que rece mucho a San Esteban (de quien lleva el nombre Stefano) y también por él. Me ha impartido la bendición y he sentido crecer en mí una gran fuerza", añadió.
Hace pocos días Stefano se encontraba de peregrinación junto a su familia en Roma y se desplazó hasta el pueblo de Castel Gandolfo -a 25 kilómetros de la ciudad-, para asistir a la Misa que el Pontífice celebró el 15 de agosto por la fiesta de la Asunción de la Virgen.
Stefano había escrito una carta para el Papa y consiguió que a través de un Cardenal -de quien desconoce el nombre-, llegase hasta el Pontífice. La respuesta llegó por teléfono.
"He querido compartir esta experiencia maravillosa sencillamente para sacar a la luz este gran gesto de humildad y cercanía que el Papa Francisco tiene con nosotros los fieles", concluyó Stefano.
El joven estudiante de Ingeniería Informática, apasionado del fútbol, recordará como uno de los mejores momentos de su vida su conversación con el Papa.
Ésta no es la primera vez que el Pontífice sorprende a los fieles que le hacen llegar su afecto. Recientemente, una mujer que cumple prisión en el Servicio Penitenciario Bonaerense (Argentina), conocida ahora solo como Gaby C., recibió una emotiva carta del Santo Padre, agradeciéndole por unas hostias que fabricó ella misma y que le hizo llegar desde la cárcel hasta el Vaticano.