El Vaticano ha publicado el texto de la meditación final que el Cardenal Prosper Grech, agustino de 87 años y por lo tanto no elector, hizo ante los 114 cardenales que eligieron al Papa Francisco. El texto está en el boletín oficial "Acta Apostolicae Sedis".
Está escrito en latín, dado que los documentos allí reproducidos están en sus idiomas originales. Sus fascículos pueden ser leídos on line en el sitio web del Vaticano. Desde el 2003 se publica en fascículos mensuales con las páginas numeradas a partir de enero. Su último fascículo publicado es también el primero del pontificado del Papa Francisco.
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El vaticanista italiano Sandro Magister señala que en este último número se incluyen, entre otras, las actas del cónclave que el 13 de marzo del 2013 eligió al Papa. La novedad de este boletín –anteriormente cubierta por el secreto– es el texto íntegro de la meditación del 12 de marzo del Cardenal Grech en el que el Purpurado expone "lo que Cristo quiere de su Iglesia".
A continuación una introducción y diez importantes pasajes, dados a conocer por Magister, de la meditación:
"No tengo ninguna intención de hacer el identikit del nuevo Papa, y mucho menos presentar un plan de trabajo al futuro pontífice. Esta tarea delicadísima le espera al Espíritu Santo, quien en las últimas décadas nos ha regalado una serie de óptimos pontífices santos. Mi intención es extraer de las Sagradas Escrituras algunas reflexiones para hacer entender lo que Cristo quiere de su Iglesia.
Evangelio sin rebajas
Luego de su resurrección, Jesús envió a los apóstoles al mundo entero, para hacer discípulos de todos los pueblos y bautizarlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 29, 19). La Iglesia hace esto presentando el Evangelio sin rebajarlo, sin diluir la palabra. […] Cuando se desciende a compromisos con el Evangelio se lo vacía de su "dynamis", como si a una granada se le quitara el trinitrotolueno contenido en ella.
No se debe ceder ni siquiera a la tentación de relativizar la necesidad del bautismo, pensando que el Concilio Vaticano II ha allanado la salvación también a aquéllos que están fuera de la Iglesia. Hoy se agrega a ello el abuso de tantos católicos indiferentes que olvidan o rehúsan bautizar a los propios hijos.
El escándalo de la cruz
El anuncio del Evangelio del Reino de Dios se concretiza en el anuncio de "Jesucristo, y Jesucristo crucificado" (1 Cor 2, 2). […] Es precisamente este escándalo de la cruz el que humilla la "hybris" de la mente humana y la eleva para que acepte la sabiduría que viene de lo alto. También en este caso, relativizar la persona de Cristo poniéndola junto a otros "salvadores" significa vaciar al cristianismo mismo de su sustancia.
Es precisamente la predicación del carácter absurdo de la cruz la que en menos de trescientos años redujo al mínimo las religiones del imperio romano y abrió la mente de los hombres a una visual nueva de experiencia y de resurrección. De esa misma experiencia está sediento el mundo de hoy, que sufre de depresión existencial.
Iglesia de mártires
El Cristo crucificado está íntimamente ligado a la Iglesia crucificada. Es la Iglesia de los mártires, de los de los primeros siglos hasta la de los numerosos fieles que, en ciertos países, se exponen a la muerte simplemente por ir a la Misa dominical. […] Jesús predice: "Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes" (Jn 15, 20). Por eso, la persecución es un "quid constitutivum" de la Iglesia, […] es una cruz que debe envolvernos.
Pero la persecución no siempre es física, existe también la persecución de la mentira: "Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí" (Mt 5, 11). Recientemente ustedes han tenido experiencia de esto, a través de algunos medios de comunicación que no aman a la Iglesia. Cuando las acusaciones son falsas no se les debe hacer caso, aunque causen un inmenso dolor.
Cuando las acusaciones dicen la verdad
Otra cosa es cuando se dice la verdad que nos afecta a nosotros, tal como ha sucedido con muchas acusaciones de pedofilia. Ahora es necesario humillarse frente a Dios y ante los hombres, y buscar erradicar el mal a toda costa, como hizo con gran dolor Benedicto XVI. Es solamente así que se recobrará la credibilidad frente al mundo y se dará ejemplo de sinceridad. Hoy mucha gente no llega a creer en Cristo porque su rostro está oscurecido o escondido detrás de una institución que carece de transparencia.
Pero si recientemente hemos llorado a causa de tantos incidentes desagradables en que estuvieron involucrados sacerdotes y laicos, inclusive en la casa pontificia, debemos pensar que estos males, por más graves que sean, comparados con ciertos males del pasado en la historia de la Iglesia no son sino un resfriado. Así como estos males fueron superados con la ayuda de Dios, así también se superará la crisis presente. También se debe curar bien un resfrío, para que no se convierta en pulmonía.
El humo de Satanás en la iglesia
El espíritu maligno del mundo, el "mysterium iniquitatis" (2 Tes 2, 7), se esfuerza continuamente para infiltrarse dentro de la Iglesia. Además, no olvidemos la advertencia de los profetas del antiguo Israel de no buscar alianzas ni con Babilonia ni con Egipto, sino seguir una pura política "ex fide", confiando solamente en Dios (cfr. Is 30, 1; 31, 1-3; Os 12, 2) y en su alianza. ¡Valentía! Cristo nos levanta el ánimo cuando exclama: "Tengan valor: yo he vencido al mundo" (Jn 16, 33). […]
Cismas al acecho
No menos fácil para el futuro pontífice será la tarea de mantener la unidad en la misma Iglesia Católica. Entre los extremistas ultra-tradicionalistas y los extremistas ultra-progresistas, entre los sacerdotes rebeldes a la obediencia y los que no reconocen los signos de los tiempos, estará siempre el peligro de cismas menores que no solamente dañan a la Iglesia, sino que van contra la voluntad de Dios: la unidad a toda costa. Pero unidad no significa uniformidad.
Es evidente que esto no cierra las puertas a la discusión intra-eclesial, presente en toda la historia de la Iglesia. Todos son libres de expresar lo que piensan respecto a la misión de la Iglesia, pero de tal forma que sea propuesto en la línea de ese "depositum fidei" que el pontífice, junto a todos los obispos, tiene el deber de custodiar. […]
Libertad sexual y progreso
Lamentablemente, la teología padece hoy a causa de ese pensamiento débil que reina en el ámbito filosófico, por eso necesitamos un buen fundamento filosófico para poder desarrollar el dogma con una hermenéutica válida que hable un lenguaje inteligible al mundo contemporáneo. Pero muchas veces sucede que las propuestas de muchos fieles para el progreso de la Iglesia se basan en el grado de libertad que se concede en el ámbito sexual. Es cierto que pueden ser cambiadas leyes y tradiciones que son puramente eclesiásticas, pero no todo cambio significa progreso; es necesario discernir si tales cambios sirven para aumentar la santidad de la Iglesia o para oscurecerla. […]
Ese pequeño resto que no se arrodilla ante baal
En Occidente, al menos en Europa, el cristianismo mismo está en crisis. […] Reina un ignorancia y un abandono no solamente de la doctrina católica, sino del abc mismo del cristianismo. Por eso se siente la urgencia de la nueva evangelización que comienza con el kerigma puro y sin artificios anunciado a los no-creyentes, seguido por una catequesis continua alimentada por la oración. Pero el Señor nunca es derrotado por la negligencia humana, y parece que mientras en Europa se le cierran las puertas, él las está abriendo en otros lados, especialmente en Asia.
Pero también en Occidente Dios no dejará de reservarse un resto de Israel que no se arrodille ante Baal, un resto que encontramos principalmente en tantos movimientos laicos dotados con diferentes carismas y que están contribuyendo muy fuertemente a la nueva evangelización. […] Pero estemos atentos para que los movimientos particulares no crean que la Iglesia se agota en ellos. En definitiva, Dios no puede ser derrotado por nuestra desidia. La Iglesia es suya, las puertas del infierno la podrán herir en su talón, pero jamás la podrán extinguir. […].
La fe de los simples
Hay otro factor de esperanza en la Iglesia que no debemos descuidar: el "sensus fidelium". San Agustín lo llama "el maestro interior" en cada uno de los creyentes. […] Este sentido crea en lo íntimo del corazón el criterio de discernimiento de lo verdadero y de lo falso, que nos hace distinguir instintivamente lo que es "secundum Deum" de lo que viene del mundo y del maligno (1 Jn 4, 1-6). […]
La brasa de la fe devota se mantiene viva gracias a millones de fieles sencillos que están lejos de ser llamados teólogos, pero quienes, desde la intimidad de sus oraciones, reflexiones y devociones, pueden dar profundos consejos a sus pastores. Son ellos los que "destruirán la sabiduría de los sabios y rechazarán la ciencia de los inteligentes" (1 Cor 1, 19). Esto quiere decir que cuando el mundo, con toda su ciencia e inteligencia, abandona el logos de la razón humana, el Logos de Dios brilla en los corazones simples, que forman la médula de la que se nutre la espina dorsal de la Iglesia. […]
Bajo la mano del cristo juez
Aunque profesamos que el Espíritu Santo es el alma de la Iglesia, no siempre lo tomamos en consideración en nuestros designios sobre la Iglesia. Él trasciende todo análisis sociológico y previsión histórica. Supera los escándalos, las políticas internas, los arribismos y los problemas sociales, los cuales –en su complejidad– oscurecen el rostro de Cristo que debe brillar también a través de densas nubes.
Escuchemos a San Agustín: "Los apóstoles veían a Cristo y creían en la Iglesia que no veían; nosotros vemos a la Iglesia y debemos creer en Cristo, a quien no vemos. Adhiriendo permanentemente a lo que vemos, llegaremos a ver a aquél que ahora no vemos" (Sermón 328, 3). […]
En 1961 Juan XXIII recibió en audiencia en esta Capilla Sixtina al cuerpo diplomático acreditado en la Santa Sede. Señaló la figura dominante del Cristo juez, pintado en el fresco de Miguel Ángel, y les dijo que Cristo juzgará también el obrar de cada una de las naciones en la historia. Ustedes se encuentran en esta misma Capilla, bajo la figura de ese Cristo, con la mano alzada, no para aplastar sino para iluminar el voto de ustedes, para que sea "secundum Spiritum", no "secundum carnem". […] Es de este modo que el elegido no será sólo el de ustedes, sino esencialmente el Suyo.