La oración valiente y humilde, hecha con el corazón entregado a la fe en Dios, logra milagros; dijo el Papa Francisco en la homilía de la Misa que presidió esta mañana en la Casa Santa Marta en donde reside.
El Santo Padre dijo que los cristianos deben rezar entregados, confiando en el Señor y pidiendo con valentía aquel favor que requieren: "una oración valiente, que lucha por llegar a aquel milagro; no aquellas oraciones de circunstancia, 'Ah, rezaré por ti': rezo un Padre Nuestro, un Ave María y, después me olvido. No: oración valiente, como aquella de Abraham que luchaba junto al Señor por salvar la ciudad, como aquella de Moisés que tenía las manos en alto y se cansaba, rezando al Señor; como aquella de tantas personas, de tanta gente que tiene fe y con la fe reza, reza".
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Francisco dijo que "la oración hace milagros, pero ¡debemos creer! Creo que podemos hacer una bella oración … y decirle hoy, durante toda la jornada: 'Creo, Señor, ayuda a mi incredulidad' ... y cuando nos piden rezar por tanta gente que sufre en las guerras, los refugiados, por todos los dramas de la actualidad, rezar al Señor, pero con el corazón: '¡Hazlo!', sino decirle: 'Creo, Señor. Ayuda a mi incredulidad' que también está en mi oración. Hagamos esto, hoy".
Sobre el pasaje del Evangelio de hoy, en el que los discípulos no logran sanar a un muchacho y en el que el mismo Jesús debe intervenir lamentando la incredulidad de los presentes; el Papa recordó que el Señor al padre de aquel muchacho que le pide ayuda, responde que "todo es posible para el que cree". El Pontífice observó que a menudo también aquellos que aman a Jesús no arriesgan mucho en su fe y no se confían completamente a Él:
"Pero ¿por qué, esta incredulidad? Creo que es justamente el corazón que no se abre, el corazón cerrado, el corazón que quiere tener todo bajo control".
Es un corazón que "no se abre" y no "deja a Jesús el control de las cosas ", explicó el Papa, y cuando los discípulos le preguntan por qué no han podido curar al joven, el Señor responde que aquel "tipo de demonios no se puede eliminar sino solo con la oración".
"Todos nosotros llevamos un poco de incredulidad, dentro". Es necesaria "una oración fuerte, y esta oración humilde y fuerte hace que Jesús pueda obrar el milagro. La oración para pedir un milagro, para pedir una acción extraordinaria debe ser una oración coral, que nos involucre a todos".
El Santo Padre narró luego un episodio ocurrido en Argentina: una niña de 7 años se enfermó y los médicos le dieron pocas horas de vita. El papá, un electricista, "hombre de fe", "enloqueció y en aquella locura" tomó un autobús para ir al Santuario Mariano de Luján, distante a unos 70 kilómetros de Buenos Aires.
El señor "llegó ahí pasadas las 9 de la noche, cuando todo estaba cerrado. Y comenzó a rezar a la Virgen, con las manos aferradas a la reja de fierro. Y rezaba, y rezaba, y lloraba, y rezaba … y así, permaneció toda la noche. Pero este hombre luchaba: luchaba con Dios, luchaba junto a Dios por la sanación de su hija".
"Luego, después de las 6 de la mañana, fue al terminal, tomó el bus y llegó a casa, al hospital, a las 9, más o menos. Encontró a su esposa llorando. Se imaginó lo peor. '¿Qué ha pasado? ¡No entiendo, no entiendo! ¿Qué ha pasado?'. 'Han venido los doctores y me han dicho que la fiebre ha pasado, que respira bien, que ¡no tiene nada! La dejarán en reposo por dos días más, pero no entienden ¡qué cosa ha pasado!'. ¡Esto todavía sucede, ¿eh?, los milagros existen!".