Entre los decretos de mártires aprobados el 28 de marzo por el Papa Francisco, figura de forma particular el de Rolando Rivi, un seminarista de 14 años asesinado por odio a la fe en 1945 en Italia, a manos de un grupo de partisanos comunistas.
El joven seminarista nació en 1931, en San Valentino (Italia), siendo el segundo hijo de dos granjeros profundamente religiosos, Roberto y Albertina.
Apenas a los 11 años, en 1942, Rolando decidió ingresar al seminario de la villa italiana de Marola. El 1 de octubre de ese año tomó la sotana.
Según recuerdan sus compañeros por aquellos días, el joven los animaba asegurándoles que "un día, con la ayuda de Dios, seremos sacerdotes. Yo seré misionero. Quiero llevar a Jesús a quienes no le conocen".
"Nuestro deber como sacerdotes es rezar mucho y salvar almas para llevarlas al paraíso", les decía.
Al invadir los alemanes Italia en 1944, y cerrar el seminario donde estudiaba, Rolando vio truncada su formación sin haber recibido siquiera las órdenes menores. A pesar de esto, el joven no dejó de vestir la sotana durante su apoyo a Acción Católica y catequesis.
Sus padres le rogaban que se quite la sotana, "es mejor que no la utilices", pues diversos grupos comunistas, dedicados al sabotaje contra los nazis, expresaban también su odio a la Iglesia asesinando a varios sacerdotes en la región.
"¿Por qué? ¿Qué mal hago llevándola?", preguntaba Rolando ante los pedidos de que deje de usar su vestimenta de seminarista.
"No tengo ninguna razón para dejar de usarlo. Estudio para ser sacerdote y debo vestir en señal de que pertenezco a Jesús", aseguraba, a pesar de haber recibido ya insultos de partisanos comunistas en su pueblo.
Sin embargo, Rolando aseguraba que "no tengo miedo ni estoy asustado. No puedo esconderme. Pertenezco a Dios".
A pesar del peligro, el joven continuó ayudando en la parroquia de su pueblo junto al párroco, P. Olinto Marzocchini y al P. Alberto Camellini, quienes también sufrieron agresiones de los comunistas.
El 10 de abril de 1945 tocó el órgano durante la Misa que ofició el P. Marzocchini en la parroquia. Al culminar la Eucaristía, vestido con su sotana, recogió sus cosas y cruzó el bosque que lo separaba de su hogar, al cual nunca logró llegar.
Tras una búsqueda desesperada de tres días, el padre de Rolando, junto al P. Camellini encontraron su cadáver lleno de signos de tortura y martirio.
Según se reveló después, Rolando sufrió durante tres días torturas y humillaciones, con insultos a Dios, Cristo y a la Iglesia.
Los partisanos comunistas comenzaron su tormento contra el joven seminarista quitándole la sotana y golpeándole duramente con un cinturón.
Al terminar con la tortura, los partisanos comunistas lo llevaron entre los árboles, dejando un rastro de sangre tras de sí.
Sus captores le dejaron rezar, pidiendo por sus padres y por sus asesinos. Después, los comunistas le dispararon dos veces, impactándole en la cabeza y cerca del corazón.
Tras semienterrarlo, los asesinos se quedaron con la sotana de Rolando, anudándola para utilizarla como pelota de fútbol.
Rolando fue enterrado formalmente el 29 de mayo, tras la liberación de Italia, recibiendo el homenaje de todos los fieles del pueblo.
Su tumba se convirtió en un lugar de peregrinación y se atribuyeron diversas curaciones a su intercesión.
La Diócesis de Módena (Italia) abrió la causa de beatificación de Rolando en 2006.
Seis años después, la comisión encargada por la Congregación para la Causa de los Santos certificó su muerte como mártir por odio a la fe, que fue decretada por el Papa Francisco.