Al recibir esta mañana a miembros de diversas delegaciones cristianas y de otras religiones provenientes de todo el mundo y que participaron en la Misa de ayer de inauguración del pontificado, el Papa Francisco hizo una viva exhortación a "mantener viva en el mundo la sed de lo absoluto", de la búsqueda de la bondad, la verdad y la belleza de Dios.
Así lo indicó el Santo Padre en su discurso esta mañana en el Vaticano a los delegados entre los que se encontraba el Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, con quien sostuvo antes una audiencia privada. Su presencia ha sido muy bien recibida considerando que pasaron casi mil años para que un Patriarca ortodoxo de Constantinopla estuviera presente en el inicio de un pontificado.
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El Papa Francisco pidió a los presentes ser conscientes de "la responsabilidad que todos llevamos en nuestro mundo, de toda la creación, a la que debemos amar y apreciar. Y podemos hacer mucho por el bien de los menos afortunados, los que son débiles y el sufrimiento, promover la justicia, promover la reconciliación, la consolidación de la paz".
"Pero por encima de todo, debemos mantener viva en el mundo la sed de lo absoluto, no permitiendo que prevalezca una visión de la persona humana de una sola dimensión, según la cual el hombre se reduce a lo que produce y lo que consume: se trata de una de las trampas más peligrosas para nuestro tiempo", aseguró.
En nombre de los delegados, Bartolomé I saludó al Papa recordando la "alta, grave y difícil tarea" que conlleva su ministerio" reiterando, además, la necesidad de las Iglesias de alejarse de la mundanidad y de la unidad entre los cristianos.
Francisco, que escuchó las palabras del Patriarca sentado en una butaca, y no en el trono habitualmente dispuesto en la Sala Clementina, dio las gracias a Bartolomé I, llamándole "Mi hermano Andrés", ya que los patriarcas de Constantinopla son considerados los sucesores del apóstol Andrés, el hermano de Simón-Pedro.
El Santo Padre agradeció luego a todos su presencia y su oración "por la unidad entre los creyentes en Cristo y, al mismo tiempo, se podía entrever, de alguna manera, su realización plena que depende del plan de Dios y de nuestra leal colaboración".
"Inicio mi ministerio apostólico en este año que mi venerado predecesor, el papa Benedicto XVI, con intuición verdaderamente inspirada, proclamó Año de la Fe para la Iglesia Católica".
"Con esta iniciativa, que quiero continuar y espero que sirva de estímulo para el camino de fe de todos, quiso conmemorar el cincuenta aniversario del Concilio Vaticano II, proponiendo una especie de peregrinación a lo que es esencial para todo cristiano: la relación personal y transformadora con Jesucristo, Hijo de Dios, muerto y resucitado por nuestra salvación. En el deseo de proclamar a los hombres de nuestro tiempo este tesoro de la fe siempre válido estriba el fulcro del mensaje conciliar".
Francisco recordó también palabras de su predecesor Juan XXIII: "La Iglesia Católica considera su deber trabajar activamente con el fin de cumplir el gran misterio de la unidad que Cristo Jesús con fervientes oraciones al Padre Celestial pidió en inminencia de su sacrificio".
Luego rememoró lo dicho por Cristo "ut unum sint", (que sean uno) para "ser capaces de dar testimonio libre, alegre y valiente. Este será nuestro mejor servicio a la causa de la entre los cristianos, un servicio de esperanza para un mundo que sigue marcado por la división, por las disputas y rivalidades".
"Por mi parte, deseo asegurar, en la estela de mis predecesores, que se continuará el trabajo en el camino del diálogo ecuménico, y agradezco al Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, por la ayuda que se siga prestando, en mi nombre, para esta noble causa".
El Pontífice pidió luego "llevar mi cordial saludo y la seguridad de mi recuerdo en el Señor Jesús a las Iglesias y comunidades cristianas que están representados aquí, y pido la caridad de una especial oración por mi persona, para que pueda ser un pastor según el corazón de Cristo", solicitó a los cristianos.
A los judíos les recordó que "nos une un vínculo espiritual muy especial", explicado en el Decreto Nostra Aetate del Vaticano II: "el misterio divino de salvación en los Patriarcas, Moisés y los profetas". "Estoy seguro de que, con la ayuda del Todopoderoso, podremos seguir provechosamente el diálogo fraterno", anunció.
Después saludó a los musulmanes que, dijo, "adoran al único Dios, viviente y misericordioso, y lo invocan en la oración". En la presencia de estos musulmanes, Francisco dijo ver "una nueva voluntad de crecer en el respeto mutuo y la cooperación para el bien común de la humanidad".
Insistió en la importancia de "la promoción de la amistad y el respeto entre hombres y mujeres de diferentes tradiciones religiosas" y agradeció el trabajo del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso.
El Santo Padre recordó asimismo sobre la "violencia ha producido en la historia el intento de eliminar a Dios y a lo divino del horizonte de la humanidad, y advertimos el valor de testimoniar en nuestras sociedades la original apertura a la trascendencia que está inserta en el corazón del hombre".
"En esto nos sentimos cercanos también a todos los hombres y mujeres que, sin reconocerse como parte de alguna tradición religiosa, se descubren sin embargo en búsqueda de la verdad, de la bondad y la belleza; esta verdad, bondad y belleza de Dios que son nuestros preciosos aleados en el esfuerzo y la defensa de la dignidad del hombre, en la construcción de una convivencia pacífica entre los pueblos y en custodiar la creación", concluyó.