Ante los más de 200 mil fieles que colmaron la Plaza de San Pedro en el último rezo del Ángelus de su pontificado, el Papa Benedicto XVI aseguró que "el Señor me llama a 'subir al monte', a dedicarme aún más a la oración y a la meditación".
Sin embargo, el Santo Padre subrayó que esto "no significa abandonar a la Iglesia, es más, si Dios me pide esto es precisamente para que yo pueda seguir sirviéndola con la misma entrega y el mismo amor con que lo he hecho hasta ahora, pero de modo más apto a mi edad y a mis fuerzas".
Al reflexionar sobre el pasaje evangélico de la Transfiguración del Señor, en el que el Señor "se transfiguró mientras oraba", el Santo Padre expresó que "esta Palabra de Dios la siento de modo particular dirigida a mí, en este momento de mi vida".
"El evangelista Lucas resalta de modo particular el hecho de que Jesús se transfiguró mientras oraba: la suya es una experiencia profunda de relación con el Padre durante una especie de retiro espiritual que Jesús vive en un monte alto en compañía de Pedro, Santiago y Juan, los tres discípulos siempre presentes en los momentos de la manifestación divina del Maestro".
El Papa indicó que "el Señor, que poco antes había preanunciado su muerte y resurrección, ofrece a los discípulos un anticipo de su gloria. Y también en la Transfiguración, como en el bautismo, resuena la voz del Padre celestial: 'Éste es mi Hijo, mi Elegido; escúchenlo'".
El Santo Padre señaló además que "la presencia de Moisés y Elías, que representan la Ley y los Profetas de la antigua Alianza, es sumamente significativa: toda la historia de la Alianza está orientada hacia Él, hacia Cristo, quien realiza un nuevo 'éxodo', no hacia la tierra prometida como en tiempos de Moisés, sino hacia el Cielo".
"La intervención de Pedro: '¡Maestro, qué bello es estar aquí!' representa el intento imposible de demorar tal experiencia mística".
El Papa citó a San Agustín para explicar que Pedro, "en el monte tenía a Cristo como alimento del alma. ¿Por qué habría tenido que descender para regresar a las fatigas y a los dolores, mientras allá arriba estaba lleno de sentimientos de santo amor hacia Dios que le inspiraban, por tanto, una santa conducta?".
Benedicto XVI destacó que de este pasaje del Evangelio podemos aprender "la primacía de la oración, sin la cual todo el empeño del apostolado y de la caridad se reduce a activismo".
"En la Cuaresma aprendemos a dar el justo tiempo a la oración, personal y comunitaria, que da trascendencia a nuestra vida espiritual".
El Papa remarcó que "la oración no es aislarse del mundo y de sus contradicciones, como en el Tabor habría querido hacer Pedro, sino que la oración reconduce al camino, a la acción".
El Santo Padre también recordó que, tal como escribió en el Mensaje para esta Cuaresma, "la existencia cristiana consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios para después volver a bajar, trayendo el amor y la fuerza que derivan de éste, a fin de servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios".
Al concluir, el Papa invocó "la intercesión de la Virgen María, que ella nos ayude a todos a seguir siempre al Señor Jesús, en la oración y en la caridad activa".
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