En sus palabras previas al rezo del Ángelus, en la Plaza de San Pedro, el Papa Benedicto XVI reflexionó sobre el episodio de la pesca milagrosa en el Evangelio, y subrayó que Dios “no mira tanto la calidad de los elegidos, sino su fe, como la de Simón que dice ‘en tu palabra, echaré las redes’”.
El Santo Padre recordó que Jesús, “mientras la muchedumbre se amontona en la orilla del lago de Genesaret” para escucharle, “Él ve a Simón desanimado por no haber pescado nada durante toda la noche”.
“Primero le pregunta si puede subir a la barca para predicar a la gente estando a poca distancia de la rivera; después, terminada la predicación, le pide que vaya mar adentro con sus compañeros y que tire las redes”.
El Papa señaló que “Simón obedece, y ellos pescan una cantidad increíble de peces. De este modo, el evangelista hace ver que los primeros discípulos siguieron a Jesús confiando en Él, basándose en su Palabra, acompañada también por signos prodigiosos”.
Ya antes de este signo, indicó el Santo Padre, “Simón se dirige a Jesús llamándolo ‘Maestro’, mientras después lo llama ‘Señor’”.
Benedicto XVI subrayó que “la imagen de la pesca remite a la misión de la Iglesia”, y citó a San Agustín, quien aseguró que en las dos pescas, antes y después de la resurrección, “está representada la entera Iglesia: la Iglesia como es ahora y como será después de la resurrección de los muertos. Ahora acoge a una multitud imposible de numerar, que comprende a los buenos y a los malos; después de la resurrección comprenderá sólo a los buenos”.
El Papa indicó que “la experiencia de Pedro, ciertamente singular, también es representativa de la llamada de cada apóstol del Evangelio, que jamás debe desanimarse al anunciar a Cristo a todos los hombres, hasta los confines del mundo”.
“Sin embargo, el texto de hoy hace reflexionar sobre la vocación al sacerdocio y a la vida consagrada. Ella es obra de Dios. El hombre no es autor de su propia vocación, sino respuesta a la propuesta divina; y la debilidad humana no debe causar temor si Dios llama”.
Es necesario, dijo el Santo Padre, tener confianza en la fuerza de Dios “que actúa precisamente en nuestra pobreza. Es necesario confiar cada vez más en el poder de su misericordia, que transforma y renueva”.
El Papa expresó su deseo de que “esta Palabra de Dios reavive también en nosotros y en nuestras comunidades cristianas el valor, la confianza y el impulso para anunciar y testimoniar el Evangelio. Que los fracasos y las dificultades no induzcan al desánimo: a nosotros nos corresponde echar las redes con fe, el Señor hará el resto”.
“Confiemos también en la intercesión de la Virgen María, Reina de los Apóstoles. A la llamada del Señor, Ella, bien consciente de su pequeñez, respondió con total entrega: ‘Heme aquí’. Con su ayuda materna, renovemos nuestra disponibilidad a seguir a Jesús, Maestro y Señor”, concluyó.