El Papa Benedicto XVI hizo una especial exhortación a los jóvenes para que, en este Año de la Fe, las jóvenes generaciones redescubran y fortalezcan la amistad con Cristo, para que de ella brote la alegría y el entusiasmo para transformar la sociedad.
Así lo indicó esta mañana el Santo Padre en su discurso a los participantes en la asamblea plenaria del Pontificio Consejo para la Cultura cuyo tema es: "Las culturas juveniles emergentes".
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Benedicto XVI dijo que "aunque somos conscientes de las múltiples situaciones problemáticas, que también tocan los ámbitos de la fe y de pertenencia a la Iglesia, renovamos nuestra fe en los jóvenes y reafirmamos que la Iglesia mira a su condición y a sus culturas, como punto de referencia esencial e ineludible para su trabajo pastoral".
"La Iglesia tiene confianza en los jóvenes, espera en ellos y en sus energías; necesita su vitalidad, para continuar a vivir con renovado entusiasmo la misión confiada por Cristo. Confío, por tanto, que el Año de la Fe sea, también para las jóvenes generaciones, una gran oportunidad para redescubrir y fortalecer la amistad con Cristo, de la que brotará la alegría y el entusiasmo para transformar profundamente las culturas y la sociedad".
El Santo Padre expresó luego su esperanza en los frutos de esta asamblea plenaria, para contribuir así "a la acción de la Iglesia en la realidad juvenil; una realidad, compleja y articulada que ya no puede entenderse dentro de una base cultural homogénea sino dentro de un horizonte determinado por una pluralidad de puntos de vista, de perspectivas y estrategias".
El Pontífice habló después del "clima difuso de inestabilidad" que afecta a los sectores culturales, políticos y económicos" –recordando en este último la dificultad de los jóvenes para encontrar trabajo– y que repercute en el ámbito psicológico y relacional.
"La incertidumbre y la fragilidad que caracterizan a tantos jóvenes, a menudo les empujan a los márgenes, les hacen casi invisibles y ausentes en los procesos culturales e históricos de las sociedades".
El Papa señaló además que "la esfera afectiva y emocional, se ve fuertemente afectada por este clima... que da origen a fenómenos aparentemente contradictorios, como la espectacularización de la vida privada y la autosuficiencia narcisista. También la dimensión religiosa, la experiencia de la fe y la pertenencia a la Iglesia se viven, a menudo, desde una perspectiva privada y emotiva"·.
Sin embargo, no faltan los datos positivos, como el voluntariado, "las experiencias de fe sincera y profunda,... los esfuerzos para construir, en muchas partes del mundo, sociedades que respeten la libertad y la dignidad de todos, empezando por los más pequeños y más débiles".
El Santo Padre señaló que "todo esto nos consuela y nos ayuda a trazar un cuadro más preciso y objetivo de las culturas juveniles. No podemos, por lo tanto, conformarnos con descifrar los fenómenos culturales juveniles siguiendo paradigmas consolidados, que se han convertido en clichés, o analizarlos con métodos que ya no son útiles, partiendo de categorías culturales superadas e inadecuadas".
"Estamos, en definitiva, ante una realidad sumamente compleja pero fascinante, que debe ser comprendida a fondo y amada con un gran espíritu de empatía, una realidad en la que hay que prestar suma atención a las líneas de fondo y al devenir".
Hablando sobre los jóvenes del llamado "Tercer Mundo", el Pontífice dijo que con sus culturas y necesidades constituyen "un desafío a la sociedad de consumo globalizado y a los privilegios de la cultura establecida, de los cuales se beneficia un pequeño grupo de la población del mundo occidental".
En consecuencia, "las culturas juveniles, también son ‘emergentes’ porque demuestran una profunda necesidad, una petición de ayuda o incluso una ‘provocación’ que no puede ser ignorada ni descuidada, tanto por la sociedad civil como por la comunidad eclesial".
Benedicto XVI reiteró su preocupación por la denominada "emergencia educativa", a la que acompañan otras emergencias que afectan a las diferentes dimensiones de la persona y a sus relaciones fundamentales "como las dificultades crecientes en el campo de trabajo o el esfuerzo por ser fiel, en el tiempo, a las responsabilidades asumidas".
"De ello se desprendería, para el futuro del mundo y de la humanidad entera, un empobrecimiento no sólo económico y social, sino también humano y espiritual".
El Santo Padre alertó además que "si los jóvenes ya no esperasen ni progresasen; si no insertasen en la dinámica histórica su energía, su vitalidad, su capacidad de anticipar el futuro, nos encontraríamos con una humanidad replegada en sí misma, carente de confianza y de actitud positiva hacia el futuro".