Al celebrar esta mañana la Misa por la Fiesta del Bautismo del Señor, durante la que bautizó a 20 bebés en la Capilla Sixtina, el Papa Benedicto XVI señaló que lo que se produce en el Bautismo es la unión “de modo profundo y para siempre con Jesús”.
Al ser bautizados, indicó el Santo Padre, los cristianos estamos “inmersos” en la muerte de Jesús, “que es fuente de vida, para participar en su resurrección, para renacer a una vida nueva”.
“He aquí el prodigio que hoy se repite también para sus niños: al recibir el Bautismo ellos renacen como hijos de Dios, partícipes de la relación filial que Jesús tiene con el Padre, capaces de dirigirse a Dios llamándolo con plena confidencia y confianza: ‘Abbá, Padre’”.
El Papa señaló que “insertados en esta relación y liberados del pecado original, ellos se convierten en miembros vivos del único cuerpo que es la Iglesia y capaces de vivir en plenitud su vocación a la santidad, de modo que puedan heredar la vida eterna, obtenida gracias a la resurrección de Jesús”.
“En el sacramento del Bautismo que dentro de poco administraré a estos recién nacidos se manifiesta, en efecto, la presencia viva y operante del Espíritu Santo que, enriqueciendo a la Iglesia con nuevos hijos, la vivifica y la hace crecer, y por esto no podemos dejar de alegrarnos”.
El Santo Padre señaló que “el relato evangélico del bautismo de Jesús, que hoy hemos escuchado según la redacción de san Lucas, muestra la vía de abajamiento y de humildad, que el Hijo de Dios ha elegido libremente para adherir al designio del Padre, para ser obediente a su voluntad de amor hacia el hombre en todo, hasta el sacrificio en la cruz. Una vez adulto, Jesús da inicio a su ministerio público yendo al río Jordán para recibir de Juan un bautismo de penitencia y de conversión. Sucede lo que a nuestros ojos podría parecer paradójico”.
“¿Jesús tiene necesidad de penitencia y conversión? Ciertamente no. Y sin embargo, precisamente Aquel que carece de pecado, se pone entre los pecadores para hacerse bautizar, para cumplir este gesto de penitencia; el Santo de Dios se une a cuantos se reconocen necesitados de perdón y piden a Dios el don de la conversión, es decir la gracia de volver a Él con todo el corazón, para ser totalmente suyo”.
El Papa recordó que cuando Jesús se hace bautizar por Juan “se abren los cielos y se manifiesta visiblemente el Espíritu Santo bajo forma de paloma, mientras una voz desde lo alto expresa la complacencia del Padre, que reconoce al Hijo Unigénito, al Amado. Se trata de una verdadera manifestación de la Santísima Trinidad, que da testimonio de la divinidad de Jesús, de su ser el Mesías prometido, Aquel a quien Dios ha enviado a liberar a su pueblo, para que sea salvado”.
“Se realiza así la profecía de Isaías que hemos escuchado en la primera Lectura: el Señor Dios viene con poder para destruir las obras del pecado y su brazo ejerce el dominio para desarmar al Maligno; verdaderamente Jesús actúa como el Pastor bueno que apacienta el rebaño y lo reúne, para que no sea dispersado, y ofrece su misma vida para que tenga vida”.
El Papa indicó a los padres que “al pedir el Bautismo para sus niños, ustedes manifiestan y testimonian su fe, la alegría de ser cristianos y de pertenecer a la Iglesia”.
“Es la alegría que brota de la conciencia de haber recibido un gran don de Dios, precisamente la fe, un don que ninguno de nosotros ha podido merecer, pero que nos ha sido dado gratuitamente y al cual hemos respondido con nuestro ‘sí’. Es la alegría de reconocernos hijos de Dios, de descubrir que nos encomendamos a sus manos, de sentirnos acogidos en un abrazo de amor, del mismo modo que una mamá sostiene y abraza a su niño”.
“Esta alegría que orienta el camino de cada cristiano”, explicó el Santo Padre, “se funda en una relación personal con Jesús, una relación que orienta la entera existencia humana”.
Benedicto XVI subrayó que “quien ha experimentado esto no está dispuesto a renunciar a su propia fe por ninguna otra cosa en el mundo”.
A los padrinos y madrinas, indicó el Papa, “les corresponde el importante deber de sostener y ayudar en la obra educativa de los padres, flanqueándolos en la transmisión de las verdades de la fe y en el testimonio de los valores del Evangelio, en hacer crecer a estos niños en una amistad cada vez más profunda con el Señor”. “Sepan ofrecerles siempre su buen ejemplo, mediante el ejercicio de las virtudes cristianas”.
El Santo Padre recordó que “no es fácil manifestar abiertamente y sin compromisos aquello en lo que se cree, especialmente en el contexto en el que vivimos, frente a una sociedad que considera con frecuencia fuera de moda y fuera del tiempo a quienes viven de la fe en Jesús”.
“Siguiendo la ola de esta mentalidad, también puede existir entre los cristianos el riesgo de entender la relación con Jesús como limitante, como algo que mortifica la propia realización personal”.
Citando a su libro La infancia de Jesús, el Papa dijo que “Dios es visto como el límite de nuestra libertad, un límite que hay que eliminar a fin de que el hombre pueda ser totalmente sí mismo”.
“¡Pero no es así! Esta visión muestra que no ha entendido nada de la relación con Dios, porque precisamente en la medida en que se procede en el camino de la fe, se comprende que Jesús ejerce sobre nosotros la acción liberadora del amor de Dios, que nos hace salir de nuestro egoísmo, de estar replegados sobre nosotros mismos, para conducirnos a una vida plena, en comunión con Dios y abierta a los demás”.
El Santo Padre también indicó que el agua con la que “estos niños serán marcados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, los inmergirá en esa ‘fuente’ de vida que es Dios mismo y que los hará sus hijos verdaderos”.
“Y la semilla de las virtudes teologales, infundidas por Dios, la fe, la esperanza y la caridad, semilla que hoy es puesta en sus corazones por el poder del Espíritu Santo, deberá ser alimentada siempre por la Palabra de Dios y por los Sacramentos, de modo que estas virtudes del cristiano puedan crecer y llegar a su plena maduración, hasta hacer de cada uno de ellos un verdadero testigo del Señor”.
“Mientras invocamos sobre estos pequeños la efusión del Espíritu Santo, los encomendamos a la protección de la Santísima Virgen; que Ella los custodie siempre con su materna presencia y los acompañe en todo momento de su vida. Amén”, concluyó.