Con motivo de la solemnidad de María Madre de Dios, el Prefecto de la Congregación para el Clero, Cardenal Mauro Piacenza, dirigió una emotiva carta a las madres de los seminaristas y sacerdotes en todo el mundo, agradeciéndoles la ayuda que brindan a sus hijos en el momento de discernir en su vocación al sacerdocio.

“Deseo con todo el corazón animar y dirigir un especial agradecimiento a todas las madres de los sacerdotes y de los seminaristas que, junto a ellas y a todas las mujeres consagradas y laicas, han acogido también por la invitación del Año Sacerdotal el don de la maternidad espiritual de los llamados al ministerio sacerdotal, ofreciendo su propia vida, su oración, sus sufrimientos y sus fatigas, así como sus propias alegrías, por la fidelidad y santificación de los ministros de Dios, convirtiéndose en partícipes a título especial de la maternidad de la Santa Iglesia, que tiene su modelo y su cumplimento en la divina maternidad de María Santísima”, escribió el Cardenal Piacenza.

La carta, publicada en el sitio web oficial de su dicasterio www.clerus.org, recuerda que María, acogiendo la Palabra Eterna en su vientre, dio a luz al eterno y sumo sacerdote, Jesucristo, “el único Salvador del mundo. En él, Dios mismo vino al encuentro del hombre para elevarlo sobre el pecado y darle la vida eterna, es decir su propia vida”.

En este sentido, explica también que la Virgen sumándose a la voluntad de Dios, participó de manera única en el misterio de nuestra redención y, de igual modo, “la Iglesia mira con admiración y profunda gratitud a todas las madres de los sacerdotes y los seminaristas que han tomado el camino de formación”.

El Purpurado recuerda que por medio del sacramento de la Ordenación “la vida de los sacerdotes es tomada definitivamente por Jesús y sumergida en Él, de manera que en ellos, es Jesús mismo quien obra y pasa entre los hombres”.

El Purpurado aseguró que la vocación sacerdotal encuentra su primera semilla en la familia, en el amor de los padres y en la educación en la fe, de manera que sea un terreno fértil que predisponga a la voluntad de Dios.

Por último, alentó a las madres a no oponerse a la vocación del hijo y explicó que “cada madre de sacerdote es misteriosamente ‘hija de su hijo’”.

“A través de él podrá entonces ejercitar también la nueva maternidad en la discreta pero eficaz e inestimablemente preciosa cercanía de la oración y de la ofrenda de la propia existencia para el ministerio de su hijo”, concluyó.