El Papa Benedicto XVI explicó esta mañana que la pobreza espiritual de muchos, que ya no consideran la falta de Dios como una carencia, constituye un reto para todos los cristianos.
Así lo indicó el Santo Padre en su discurso a los miembros y consultores del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos con motivo de su asamblea plenaria dedicada al tema "La importancia del ecumenismo en la nueva evangelización".
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El Papa señaló que no se puede recorrer un verdadero camino ecuménico "ignorando la crisis de fe que atraviesan diversas regiones del planeta, entre las cuales, aquellas que fueron las primeras en acoger el anuncio del Evangelio y donde la vida cristiana ha florecido a lo largo de los siglos. Por otra parte, no se pueden ignorar los numerosos signos que atestiguan la permanencia de una necesidad de espiritualidad que se manifiesta de formas diversas".
"La pobreza espiritual de muchos contemporáneos nuestros, que ya no perciben como una carencia la ausencia de Dios en su vida, representa un reto para todos los cristianos".
En ese contexto, "a nosotros, los creyentes en Cristo, se nos pide que regresemos a lo esencial, al corazón de nuestra fe, para dar juntos al mundo un testimonio del Dios vivo".
Benedicto XVI indicó que "no tenemos que olvidar lo que nos une, es decir, la fe en Dios, Padre y Creador, que se ha revelado en el Hijo, Jesucristo, difundiendo el Espíritu que vivifica y santifica. Esta es la fe del Bautismo que hemos recibido y es la fe que, en la esperanza y en la caridad, podemos profesar juntos".
"A la luz de la prioridad de la fe se entiende, también, la importancia de los diálogos teológicos y de las conversaciones con las Iglesias y las Comunidades eclesiales en que la Iglesia Católica está comprometida. Incluso cuando no se entrevé, en un futuro inmediato, la posibilidad del restablecimiento de la comunión plena, unos y otras, brindan la oportunidad de apreciar, al lado de resistencias y obstáculos, riquezas de experiencia, de vida espiritual y de reflexiones teológicas, que estimulan un testimonio cada vez más profundo".
La meta del ecumenismo, subrayó, es "la unidad visible entre los cristianos separados". A esa tarea "tenemos que dedicar todas nuestras fuerzas, pero, asimismo, debemos reconocer que, en último análisis, la unidad es un don de Dios; puede venir solamente del Padre mediante el Hijo, porque la Iglesia es su Iglesia. Con esa perspectiva, es importante invocar del Señor la unidad visible, pero hay que tener en cuenta que la búsqueda de esa meta es relevante para la nueva evangelización".
"El hecho de caminar juntos hacia ese objetivo es una realidad positiva, a condición, sin embargo, de que las Iglesias y Comunidades no se detengan en medio del camino, aceptando las diversidades contradictorias como algo normal o como lo mejor que se puede conseguir. La fuerza presente y activa de Dios en el mundo se hará evidente en la plena comunión en la fe, en los sacramentos y en el ministerio".
El Papa resaltó además que "la unidad es, por una parte, fruto de la fe, y, por otra, un medio y casi un requisito para anunciar ,de forma cada vez más creíble, la fe a los que todavía no conocen al Salvador o que, habiendo recibido el anuncio del Evangelio, casi se han olvidado de este don precioso".
"El verdadero ecumenismo –concluyó– reconociendo el primado de la acción divina requiere, ante todo, paciencia, humildad, abandono a la voluntad del Señor. Al final, tanto el ecumenismo como la nueva evangelización, requieren el dinamismo de la conversión, entendido como voluntad sincera de seguir a Cristo y de adherir plenamente a la voluntad del Padre".