Al presidir este mediodía (hora local) el rezo del Ángelus en la Solemnidad de Todos los Santos, el Papa Benedicto XVI dijo que en ellos se puede ver la victoria del amor sobre el egoísmo y la muerte.
Ante miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, Benedicto XVI resaltó que "en la fiesta de hoy pregustamos la belleza de esta vida de total apertura a la mirada de amor de Dios y de los hermanos, en la que estamos seguros de alcanzar a Dios en el otro y el otro en Dios".
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"Con esta fe llena de esperanza veneramos a todos los santos, y nos preparamos a conmemorar mañana a los fieles difuntos. En los santos vemos la victoria del amor sobre el egoísmo y sobre la muerte: vemos que seguir a Cristo lleva a la vida, a la vida eterna, y da sentido al presente, a cada instante que pasa, porque lo llena de amor, de esperanza".
El Santo Padre dijo que esta Solemnidad de Todos los Santos "nos hace reflexionar sobre el doble horizonte de la humanidad, que expresamos simbólicamente con las palabras ‘tierra’ y ‘cielo’: la tierra representa el camino histórico, el cielo la eternidad, la plenitud de la vida en Dios".
El Pontífice señaló que esta fiesta nos hace pensar en la Iglesia en su doble dimensión: "la Iglesia en camino en el tiempo es aquella que celebra la fiesta sin fin, la Jerusalén celestial". "Estas dos dimensiones están unidas por la realidad de la ‘comunión de los santos’: una realidad que comienza aquí sobre la tierra y alcanza su cumplimiento en el Cielo", añadió.
"En el mundo terrenal, la Iglesia es el inicio de este misterio de comunión que une la humanidad, un misterio totalmente centrado sobre Jesucristo: es Él quien ha introducido en el género humano esta dinámica nueva, un movimiento que lo conduce hacia Dios y al mismo tiempo hacia la unidad, hacia la paz en sentido profundo".
El Papa recordó que "Jesucristo murió para congregar en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos", y ésta su obra continua en la Iglesia que es inseparablemente ‘una’, ‘santa’ y ‘católica’. Ser cristianos, formar parte de la Iglesia significa abrirse a esta comunión, como una semilla que se abre en la tierra, muriendo, y germina hacia lo alto, hacia el cielo".
Benedicto XVI precisó también que "los santos –aquellos que la Iglesia proclama como tales, pero también todos los santos y las santas que sólo Dios conoce, y que también hoy celebramos– vivieron intensamente esta dinámica. En cada uno de ellos, de manera personal, se hizo presente Cristo, gracias a su Espíritu que obra mediante la Palabra y los Sacramentos".
"De hecho, el estar unidos a Cristo, en la Iglesia, no anula la personalidad, sino la abre, la transforma con la fuerza del amor, y le confiere, ya aquí sobre la tierra, una dimensión eterna", subrayó el Papa.