Hace unos días salió a la luz en Italia una investigación sociológica que reveló que los jóvenes y los adultos suelen tener una buena formación, creen y admiran a los santos pero van pocas o muy pocas veces a Misa durante el año.
En su última columna titulada “Peregrinos del nuevo milenio. Una investigación reveladora”, el vaticanista Sandro Magister presenta los datos del estudio hecho por el profesor Alessandro Castegnaro, realizado con unos 200 mil peregrinos de la Basílica de San Antonio de Padua, uno de los santuarios más visitados del mundo, entre el 15 al 20 de febrero de 2010.
La investigación revela, dice Magister, cinco datos “sorprendentes”. El primero de estos rasgos remite a la edad. “Los que prevalecen no son los ancianos, sino la edad intermedia, entre los 45 y los 59 años de edad, el 36,6% del total. Pero sobre todo hubo fuerte presencia de personas de edad más baja, entre los 30 y los 44 años, lo cual constituye el 26,4%, y jóvenes, entre los 16 y los 29 años, el 14,1%”.
“El segundo dato sorprendente es la instrucción. Los visitantes del santo resultan más instruidos, tanto respecto al promedio de la población italiana como, y en medida todavía más marcada, respecto a los practicantes regulares. Uno de cada cuatro se ha graduado, y cuatro de cada diez son diplomados. Además, casi todos están participando en una actividad laboral”.
El tercer dato, dice Magister, consiste en que “una gran parte de los peregrinos, casi la mitad, van a Misa en forma salteada: en Navidad, en Pascua y en otras raras ocasiones”, pero al mismo tiempo “–cuarto dato, el más impresionante– muestran que creen en las verdades centrales del cristianismo en medida mucho mayor a la de los practicantes regulares”: el 83,4 por cierto cree en la resurrección de Jesús.
El quinto dato, concluye el vaticanista, es que los peregrinos que llegan a San Antonio no tanto para implorar una gracia o un milagro, sino simplemente para agradecer, o bien porque buscan en él una protección espiritual.
El profesor Castegnaro afirma al respecto que “en una época en la que hay una creciente individualización del creer no sorprende que se desarrolle una religiosidad que quizás no es sin Iglesia, pero ciertamente es con poca Iglesia".
Es una religiosidad que se define como "popular", pero que no es un residuo del pasado. Tiene rasgos nuevos y modernos. Quizás poco elaborados pero simples y fuertes, como la fe en la resurrección y la búsqueda en el santo de un faro en el camino de la vida, más que de un taumaturgo.
Sobre ello, Magister opina que “es una fe simple, configurada como un contacto directo con lo divino, con epicentro en los santuarios, en la que las instituciones territoriales de la Iglesia Católica, las diócesis y las parroquias, se relacionan con dificultad. Pero es un desafío que obliga a toda la Iglesia a una nueva capacidad inventiva, porque se trata de fenómenos en parte nuevos”.
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