La Comisión Teológica Internacional, con motivo del Año de la Fe, ha escrito un mensaje en el que señala que el teólogo está al servicio de la fe del Pueblo de Dios y de la alegría cristiana, que es la alegría de la verdad.
En el texto dado a conocer hoy se recuerda que "el trabajo del teólogo no solamente está enraizado en la fe viva del pueblo cristiano, atento a lo que ‘el Espíritu dice a las iglesias’, sino que está finalizado, por entero, al crecimiento de la fe en el pueblo de Dios y a la misión evangelizadora de la Iglesia (...) El teólogo, por tanto, en colaboración responsable con el Magisterio, abraza el servicio de la fe del Pueblo de Dios como su propia vocación’".
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Al mismo tiempo, prosigue el mensaje, "el teólogo es servidor de la alegría cristiana, que es ‘la alegría de la verdad’ (...) En este sentido, se puede decir con verdad que la fe –y la misma teología como ‘scientia fidei’ y sabiduría– da, a todos los enamorados de la belleza espiritual, el gusto anticipado de la vida eterna".
Tras expresar su compromiso con el Año de la Fe con una peregrinación a la Basílica papal de Santa María la Mayor en Roma durante su sesión plenaria anual el próximo 6 de diciembre, liderados por su presidente, el Arzobispo Gerhard Ludwig Müller, el texto recuerda la tarea de esta institución de "discernir el misterio revelado con todos los recursos de la razón iluminada por la fe, en beneficio de todos los creyentes, favoreciendo también su recepción en la cultura actual".
"Como recientemente afirmaba el documento de la Comisión Teológica Internacional titulado: ‘La teología hoy: perspectivas, principios y criterios’, toda la teología deriva de la fe y se ejerce en dependencia constante de la fe, que es vivida en el pueblo de Dios guiado por sus pastores. De hecho, sólo la fe permite al teólogo acceder realmente a su objeto: es decir, la verdad de Dios que ilumina la totalidad de lo real con la luz de un nuevo día – ‘sub ratione Dei’".
El mensaje resalta que "el teólogo trabaja para ‘inculturar’ en la inteligencia humana, bajo las formas de una auténtica ciencia, los contenidos inteligibles de la ‘fe que ha sido transmitida a los creyentes de una vez por todas’. Pero dirige una atención especial al acto mismo de creer".
En efecto, destaca el texto, "existe una unidad profunda entre el acto por el que creemos y el contenido al que damos nuestro asentimiento (...) A partir de este acto de fe, el teólogo elabora la consonancia antropológica de alto perfil - la ‘conveniencia’ (...); se interroga, así, sobre el modo en que la gracia procedente de Dios suscita, en el corazón mismo de la libertad humana, el ‘sí’ de la fe, y muestra cómo la fe es ‘el cimiento del edificio espiritual’ (...), en el sentido de que da forma a todas las dimensiones de la vida cristiana, personal, familiar y comunitaria".