El Arzobispo de La Plata (Argentina), Mons. Héctor Aguer, criticó a los líderes locales y nacionales por no resolver juntos los problemas básicos de la población, debido a rivalidades ideológicas o intereses particulares que les hacen olvidar que la actividad política y social va de la mano con la caridad.
“Los conflictos son inevitables en una sociedad, pero están para ser resueltos y no para agravarlos de un modo intencional”, señaló el Prelado durante el programa televisivo Claves para un Mundo Mejor.
Mons. Aguer dijo “cuesta creer y aceptar que quienes están enfrentados políticamente, o los agentes sociales que sustentan posiciones diversas acerca de la realidad, no puedan coincidir en ciertas cuestiones objetivas, básicas, referidas a las necesidades inmediatas de la población”.
El Prelado dijo que esta situación se debe al enfrentamiento de intereses particulares y a una ideología del conflicto según la cual “el desarrollo de una sociedad depende, precisamente, de la agudización de los conflictos”.
“La Doctrina Social de la Iglesia proporciona una interpretación teológica de este mal del encono que agrava los conflictos. Si un observador objetivo puede advertir que se verifica esa fractura en la vida de la sociedad, la Doctrina Social de la Iglesia nos invita a interpretarla teológicamente”, indicó.
En ese sentido, el Arzobispo de La Plata recordó que “la división exacerbada, el continuo enfrentamiento, la discordia, tienen su origen en la ruptura originaria que es el pecado, la raíz profunda de todos los males”.
“La ruptura del hombre con Dios se proyecta en la ruptura del hombre con su prójimo, que ya no puede considerarse un hermano. Entonces la vida social queda entregada a la dialéctica destructiva que impide la concorde resolución de los conflictos”, señaló.
En el caso contrario, indicó, está el mandamiento del amor cuya proyección social, cultural y política es “capaz de inspirar todas las relaciones humanas, de purificarlas y elevarlas, de tal manera que este criterio del amor, del amor recíproco, constituya una sólida base de la dedicación de los distintos agentes sociales y políticos a la búsqueda del bien común”.
En ese sentido, recordó que la Doctrina Social de la Iglesia enseña que “el significado profundo de la convivencia civil y política no surge inmediatamente del elenco de los derechos y deberes de la persona. Esta convivencia adquiere todo su significado si está basada en la amistad civil y en la fraternidad”.
El campo de la amistad, señaló, promueve el desinterés y desapego de los bienes materiales, así como la donación y, la disponibilidad interior a las exigencias del otro. “La amistad civil, así entendida, es la actuación más auténtica del principio de fraternidad, que es inseparable de los de libertad y de igualdad”, afirmó.
“De paso podríamos concluir recordando que para la Doctrina Social de la Iglesia la actividad política y la actividad social están tan vinculadas con la caridad que se habla, sin más, de caridad social, de caridad política. Aquí está el principio clave. A partir de aquí, entonces, ¿qué acuerdo no es posible para resolver aquellas cuestiones objetivas, básicas, que hacen al bienestar de la población?”, finalizó.