Fairsrajman Satarov, quien decía ser profeta de Mahoma, mantuvo a los 60 miembros de su secta –entre ellos 27 menores- bajo tierra por más de diez años con la amenaza del fin del mundo en la república de Tatarstán, en Rusia.
El hecho salió a la luz de manera casual, cuando un comando especial asaltó el recinto de la secta por sospechas de terrorismo debido a una denuncia. Todo sucedió en el marco de la investigación sobre el asesinato de un religioso islámico.
Según se informó, Satarov solo permitía a sus más cercanos colaboradores salir al exterior para trabajar en un mercado local. Otra sorpresa fue enterarse que el líder había declarado su casa como “un estado islámico independiente”.
La casa que ocultaba las cuevas fue construida ilegalmente, según comunicó la policía de Tatarstán. Asimismo, muchos de los niños no conocían la luz del sol debido al prolongado encierro.
El caso se encuentra bajo investigación y la fiscalía indicó que desarticulará la secta si continúan las actividades ilegales, como impedir que sus miembros reciban educación o asistencia médica.
Asimismo, un tribunal decidirá si los niños pueden quedarse con sus padres o pasan a ser custodiados por el Estado.