"Fueron días muy difíciles, no quiero entrar a más descripciones pero hubo mucha fe, se rezó mucho", afirmó el Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Cardenal Juan Luis Cipriani, al presentar el libro "Doy fe", donde narra su experiencia durante la crisis de los rehenes en la residencia del embajador japonés, capturada por el grupo terrorista MRTA en diciembre de 1996 y liberada militarmente en abril de 1997.
"Ha quedado en mi alma el deber, que lo cumplo, de rezar por las personas que fallecieron, por todos. Eso es lo que nos enseña nuestra fe católica. Ojalá que todos pudiéramos levantar más el corazón a Dios cuando vemos que en la tierra todo es oscuridad", añadió el Purpurado.
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En aquella oportunidad el Cardenal actuó como Garante de la Santa Sede para hallar una salida pacífica a la crisis que concluyó en abril de 1997 con la operación militar Chavín de Huántar que terminó con la vida de los 14 terroristas, dos comandos y un rehén.
Durante la presentación, el Arzobispo reveló que desde hace 15 tenía el libro medio escrito "y en una seria de documentos guardados, porque me resultaba muy difícil aproximarme a estos hechos. Tenía un dolor muy grande y difícil de explicar; y a este dolor se sumaba una interpretación sumamente sesgada de los hechos por parte de algunos gobiernos y prensa de turno".
En su libro, señala la nota del Arzobispado de Lima, el Cardenal recuerda "con mucho respeto" que durante esos largos días los rehenes "valoraban con especial sensibilidad a su familia, a sus hijos, a su esposa. Había la sensación de: cuántas cosas he podido hacer mejor ahora que hago una evaluación de mi vida".
En ese sentido, destacó el testimonio del entonces canciller Francisco Tudela –anunciado como el primero en ser ejecutado si el Gobierno no accedía a las demandas de los terroristas.
"Le tocó a él de alguna manera liderar al interior de la residencia una tendencia o conducta moral, porque era la persona más representativa, y así lo asumió", afirmó.
"En otra faceta reconozco la labor del Almirante Luis Giampietri con una vehemencia difícil de controlar, con una entereza de patriotismo que no era fácil de manejar en esas circunstancias, y junto a él a otra serie de personas. Toda esa familia que yo francamente desde el primer momento incorporé a todos los que estábamos en la residencia", añadió.
El Arzobispo de Lima alentó finalmente a los peruanos a tener la grandeza espiritual, recordando, en palabras del Beato Papa Juan Pablo II que "la violencia nunca es camino hacia nada bueno".
Por su parte, los periodistas Arturo Salazar Larraín y Cecilia Valenzuela destacaron el valor del libro.
"El libro convence y atrapa desde el inicio porque uno siente la auténtica identificación moral del Cardenal con los rehenes y sus familiares; pero también con los terroristas y sus familiares. Uno siente a su pastor, uno identifica al sacerdote que está en esos afanes. No hay un político, hay un sacerdote. Y su incansable empeño en salvar las vidas se traduce en cómo ganó la confianza de los terroristas", afirmó Valenzuela.
Salazar Larraín recordó que el Cardenal Cipriani fue elegido como garante de una terna de religiosos. La votación la realizó el Ministro Domingo Palermo, el cabecilla del MRTA Néstor Cerpa y el Nuncio Apostólico de ese entonces.
"Esta es la razón por la que el Cardenal entra a la embajada y hace un trabajo excelente como ustedes verán en el libro. Se llama a la Iglesia (en estos casos) porque la Iglesia es todavía, felizmente, y nunca dejará de serlo, una autoridad sobre todo moral", señaló.