El abogado español Javier María Pérez-Roldán, padre de una niña de siete años que padece de espina bífida, malformación congénita en la columna vertebral, aseguró que “ninguna sociedad tiene derecho a decir sobre si la vida de otro es digna o no, o a determinar si una enfermedad causa o no sufrimiento sin preguntar al afectado”.
En una carta abierta publicada en La Gaceta, en respuesta al neurocirujano Javier Esparza, que escribió una columna en el diario español El País defendiendo el aborto en casos de malformación fetal, Pérez-Roldán le increpó que “mi hija enferma tiene la misma dignidad que usted y el mismo derecho a vivir que tuvo usted”.
“Mi hija necesita para vivir de la ayuda de otros en el mismo grado en que yo la necesito, aun estando sano. Si los hombres vivimos en sociedad es porque nos es necesario el concurso de otros para nuestra supervivencia”, señaló.
El letrado señaló que “en occidente tenemos la suerte de que prosperó la razón benéfica del ágora de Atenas sobre el terror eugenésico del Taigeto espartano ¿usted qué es, ateniense o espartano?”.
En su columna publicada el 24 de julio, el neurocirujano Esparza escribió que “no creo que ninguna sociedad tenga el derecho, y menos pudiendo evitarlo, de cargar a ningún ser humano con sufrimientos más allá de lo imaginable”, en referencia a las personas que nacen con malformaciones congénitas del sistema nervioso.
A esto, Pérez-Roldán señaló que el médico “funda su tesis en un argumento falso como es el sufrimiento de los niños con determinadas dolencias, y de sus familias”.
La pequeña hija del abogado tiene parálisis en las dos piernas y, según los especialistas consultados por su familia, su lesión es bastante severa. La niña también ha pasado por cinco operaciones en su corta vida.
Sin embargo, precisó el abogado español, “mi hija no sufre ni más ni menos que una niña de su edad. Juega, ríe, quiere, ama y siente exactamente igual que sus dos hermanos sanos. Y, a veces, también llora, pero sus lágrimas no tienen ningún poso de amargura ni dolor por encima de las de sus amigas o de las de sus hermanos, pues como ellos, llora por nimiedades”.
“Como abogado de familia he conocido niños con depresión crónica por culpa de la separación tormentosa de sus padres, que arrastran una existencia triste y sufriente. Como sufren más que mi hija y sus hermanos, ¿los eliminaría?”, cuestionó al galeno.
Pérez-Roldán le señaló al neurocirujano que, “en cuanto a la familia, fíjese si el sufrimiento no es tan extremo como usted dice que después de su nacimiento hemos tenido otros dos hijos, señal de que el cuidado de nuestra hija no nos ha supuesto trauma ninguno”.
“Estas anomalías, por sí, no causan el sufrimiento que usted pretende. De hecho, si bien el dolor ante cualquier enfermedad o revés de la vida es inevitable, el sufrimiento es totalmente voluntario, pues es éste una percepción personal y subjetiva de la propia realidad”.
El letrado remarcó que “hay quien ante cualquier mínimo problema ante la vida sufre, y sufre sin mesura, y hay quien ante obstáculos insalvables y dolores sin medida se crece, pues admite su dolor con entereza”.
“Por eso me causa sonrojo su carta, llena de adulteraciones de la realidad vivida por cientos de enfermos y sus familias. Pero mayor sonrojo me causa su supuesto humanismo. Dice usted que nadie tiene derecho a obligar al sufrimiento ¿y en qué principio ético funda usted tan categórica aseveración? ¿y porqué presupone usted el sufrimiento de estos pacientes?”.
El abogado criticó el parecido de la propuesta del cirujano con el plan de exterminio de enfermos del régimen nazi. “El plan se fundaba en que había vidas que no eran dignas de ser vividas, y cuyo asesinato era tanto un acto de compasión como un beneficio para la comunidad”, señaló.
Pérez-Roldán le dijo al cirujano que “usted alega ambas cosas (igual que los nazis) pues sostiene que ‘el colmo’ es que los esfuerzos realizados para el tratamiento de estos niños es un desperdicio, pues acaban muriendo a los 20 años, y encima arrastrando un sufrimiento sin medida. ¡Qué argumento tan falaz!”.
“Usted sabe que miente, pues al día de hoy, la esperanza de vida de estos pacientes es prácticamente la misma que para personas sanas. Pero es que, además, aunque fuera verdad el fallecimiento a los 20 años ¿me va a decir usted que no merecen vivir estos 20 años?”, dijo.
El jurista le dijo al neurocirujano que “lo que nos hace sufrir a los afectados por esta enfermedad son los profesionales médicos como usted”.
“Cuando a los tres meses del embarazo nos anunciaron la enfermedad de nuestra hija, nos recomendaron insistentemente el aborto, y ello hasta hacernos sentir culpables si traíamos al mundo a un niña solo para que sufriera”, recordó.
Sin embargo, para el abogado y su esposa la mejor decisión fue continuar con el embarazo, “pues pasado el tiempo intimamos con dos matrimonios que abortaron a sus hijos por tener espina bífida ¡no sabe usted el terrible padecimiento moral de estas dos parejas al ver que si no hubiera cometido tan criminal acto podrían tener con ellos a sus hijos, que de seguro serían tan alegres y joviales como la nuestra!”.
Para leer la carta completa puede ingresar a: http://www.intereconomia.com/noticias-gaceta/sociedad/carta-abierta-neurocirujano-columna-pais-20120726