El Vaticano está analizando su respuesta tras la ordenación episcopal ilícita en China del sacerdote Joseph Yue Fusheng, el 6 de julio, pese a las advertencias que hizo en distintas oportunidades.
Una de estas últimas advertencias fue hecha por la Congregación para la Evangelización de los Pueblos que el 3 de julio señaló que "esta ordenación episcopal de Harbin creará confusión y división entre la comunidad católica en China".
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"Si se quiere que la Iglesia en China sea Católica, no se debe proceder con ordenaciones que no tienen la aprobación del Santo Padre", indicó el dicasterio.
En una respuesta emitida al día siguiente, el 4 de julio, la Administración Estatal China para Asuntos Religiosos, consideró la advertencia del Vaticano como "muy indignante y escandalosa", y añadió que su política de "auto-ordenación" continuará.
Según diversas informaciones, cinco obispos en comunión con el Vaticano tomaron parte en la ordenación ilícita, en la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús en Harbin, la capital de la provincia de Heilongjiang. Además estuvieron presentes unos 40 sacerdotes.
Los presbíteros participantes también fueron advertidos por el Vaticano, en su comunicado del 3 de julio, que se estaban "exponiendo a sí mismos a serias penalidades canónicas, prescritas por la ley de la Iglesia".
China tiene un estimado de entre ocho y doce millones de católicos, con casi la mitad de esas personas reuniéndose en la Asociación Patriótica Católica China, controlada por el gobierno. Este grupo, fundado en 1957, no reconoce la autoridad del Papa.
El padre Joseph Yue Fusheng es el vice-presidente de la organización títere del gobierno comunista.
En 2007, el Papa Benedicto XVI escribió una carta abierta a la Iglesia Católica en China, en la que reconoció que era "entendible que las autoridades gubernamentales están atentas a la elección de aquellos que asumirán el importante rol de guiar y pastorear las comunidades católicas locales, dada la implicación social, tanto en China como en el resto del mundo, que esta función tiene en la esfera civil".
Pero el Papa también hizo hincapié en que el nombramiento de obispos es un asunto religioso y no político, y que el derecho de la Iglesia para hacer esos nombramientos sin la interferencia del Estado es "un elemento constitutivo del pleno ejercicio del derecho a la libertad religiosa", como también es reconocido en los convenios internacionales.
China permite el culto católico únicamente a la Asociación Patriótica Católica China, subalterna del Partido Comunista de China, y rechaza la autoridad del Vaticano para nombrar obispos o gobernarlos. La Iglesia Católica fiel al Papa no es completamente clandestina; aunque es asediada constantemente.
Las relaciones diplomáticas entre China y el Vaticano se rompieron en 1951, dos años después de la llegada al poder de los comunistas que expulsaron a los clérigos extranjeros.