Al visitar de forma privada esta mañana el Centro "Ad Gentes" de los Misioneros Verbitas en Nemi (Roma), lugar en el que hace 47 años el Papa Benedicto XVI participó de los trabajos del Concilio Vaticano II, el Santo Padre señaló que la luz del amor de Dios, que es la bondad misma, debe difundirse con alegría.
Así lo indicó el Pontífice al recordar su participación como perito teólogo en la redacción del decreto Ad gentes, entre el 29 de marzo y el 3 de abril de 1965, como parte de los trabajos de la Comisión Conciliar de las Misiones.
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"Estoy verdaderamente agradecido por la posibilidad de volver a ver, luego de 47 años, esta casa en Nermi. Tengo de esta un recuerdo bellísimo, tal vez el más bello recuerdo de todo el Concilio", dijo el Papa.
Benedicto XVI recordó luego al superior general de los misioneros verbitas en ese tiempo, "el Padre Schütte, que sufrió en China, que fue condenado y luego expulsado. Estaba lleno de dinamismo misionero, de la necesidad de dar un nuevo impulso al espíritu misionero. Y estaba yo, que era un teólogo sin gran importancia, muy joven, invitado no sé por qué, pero era todo un gran don para mí".
El Papa recordó luego que también estaba presente el venerable Obispo estadounidense Fulton Sheen "que nos fascinaba en las noches con sus discursos (…). Todo apuntaba a un único dinamismo de la necesidad de llevar la luz de la Palabra de Dios, la luz del amor de Dios al mundo y dar una nueva alegría con este anuncio".
Benedicto XVI dijo que el decreto Ad gentes es un complemento de otro documento conciliar, la Lumen gentium, sobre la Iglesia en el mundo, "porque se ve una eclesiología trinitaria, que parte sobre todo de la idea clásica del bonum diffusivum sui, el bien que tiene necesidad de comunicarse, de darse porque no puede quedarse en sí mismo. La cosa buena, la bondad misma esencialmente es communicatio".
"Y esto aparece en el misterio trinitario, al interior de Dios, y se difunde en la historia de la salvación y en nuestra necesidad de dar a otros el bien que hemos recibido", agregó.
El Santo Padre recordó luego que "claramente el dinamismo misionero vive, y vive solo si es que hay la alegría del Evangelio, si estamos en la experiencia del bien que viene de Dios y que debe y se quiere comunicar".