El Opus Dei anunció desde Roma el inicio del proceso de beatificación de Dora del Hoyo, una ejemplar empleada doméstica que se convirtió en una de las más cercanas colaboradoras de San Josemaría Escrivá y sirvió a esta comunidad hasta su muerte en el año 2004.
El Prelado del Opus Dei, Mons. Javier Echevarría, presidió el acto de inicio del proceso en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz en Roma.
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Dora del Hoyo nació en una aldea de Castilla, en 1914, realizó estudios elementales y empezó a trabajar como empleada del hogar, labor que ejerció con profesionalidad y pasión hasta pocas semanas antes de su fallecimiento, el 10 de enero de 2004.
En 1939 se mudó a Madrid donde trabajó en casas de diversas familias hasta 1944 cuando comenzó a ejercer su profesión en la Moncloa, la residencia universitaria donde conoció a San Josemaría. En marzo de 1946 decidió pedir la admisión en el Opus Dei. En diciembre de ese año se trasladó a Roma, donde trabajó con gente de todo el mundo.
Desde su muerte, se han reunido más de 300 testimonios de mujeres –la mayoría dedicadas a labores domésticas- sobre el ejemplo cristiano de Dora en sus vidas y constan por escrito numerosos favores atribuidos a su intercesión.
En la ceremonia de apertura del proceso, Mons. Echevarría dijo estar "cada vez más convencido del papel fundamental que esta mujer ha tenido y tendrá en la vida de la Iglesia y de la sociedad. El Señor llamó a Dora del Hoyo a ocuparse de tareas similares a las desarrolladas por la Virgen María en la casa de Nazaret".
"El ejemplo cristiano de esta mujer, con su fidelidad a la vida cristiana, contribuirá a mantener vivo el ideal del espíritu de servicio y a difundir en nuestra sociedad la importancia de la familia, auténtica Iglesia doméstica, que ella supo encarnar con su trabajo diario, generoso y alegre", indicó.
Dora del Hoyo consideraba que su labor era fundamental no sólo para la familia sino para cada persona y para la sociedad entera. Estaba convencida de que el ideal de "un mundo feliz", debía comenzar por crear un hogar sereno, cuidando unas tareas que contribuyen al ambiente de armonía y de buen humor.
Sus colegas sostienen que no se contentaba con cumplir unos deberes en el lavadero o en la cocina, sino que veía en estos quehaceres una ocasión de amar y quería encontrar a Dios en el trabajo bien hecho, con cariño, hasta el final de la vida.