En la audiencia general de este miércoles, el Papa Benedicto XVI señaló que no hay futuro para la humanidad sin la familia constituida sobre el matrimonio entre un hombre y una mujer, llamada a ser Iglesia doméstica y santuario de la vida.
El Santo Padre recordó así su reciente viaje a Milán (Italia) para el 7º Encuentro Mundial de las Familias celebrado entre el 30 de mayo y el 3 de junio bajo el lema "La familia, el trabajo y la fiesta".
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Según señala Radio Vaticana, Benedicto XVI dijo que "todavía llevo en mis ojos y en mi corazón las imágenes y las emociones de este evento inolvidable y maravilloso, que ha transformado Milán en una ciudad de las familias: familias provenientes de todo el mundo, unidas por la alegría de creer en Jesucristo".
Tras agradecer a los participantes su disposición para ser testigos del "Evangelio de la Familia", el Papa resaltó que "no hay futuro para la humanidad sin la familia; especialmente los jóvenes, para aprender los valores que dan sentido a la existencia, tienen necesidad de nacer y crecer en esa comunidad de vida y de amor que Dios ha querido para el hombre y la mujer".
Recordando su visita a la Scala de Milán, el Papa afirmó que "al final de aquel intenso momento artístico y espiritual, quise hacer referencia a la familia del tercer milenio, recordando que, es en familia que se experimenta por primera vez como la persona humana ha sido creada para no vivir encerrada en sí misma, sino en relación con los demás; y es en familia que se empieza a encender en el corazón la luz de la paz para que ilumine este nuestro mundo".
"Al día siguiente, en la catedral llena de sacerdotes, religiosos y seminaristas, ante la presencia de numerosos cardenales y obispos, llegados a Milán desde de diversos Países de todo el mundo, celebré la Hora Tercera, según la liturgia ambrosiana. Allí quise hacer hincapié en el valor del celibato y la virginidad consagrada, tan querida al gran San Ambrosio".
El Santo Padre resaltó que "el celibato y la virginidad en la Iglesia son un signo luminoso del amor a Dios y al prójimo, que parte de una relación siempre más íntima con Cristo en la oración y se expresa en el don total de sí mismo".
El Papa también se refirió a su encuentro con los jóvenes en el estado Giuseppe Meazza en donde se encontró con quienes han recibido o van a recibir la Confirmación: a ellos los invitó a "decir un 'sí' libre y consciente al Evangelio de Jesús, aceptando los dones del Espíritu Santo, que permiten la formación de los cristianos, a vivir el Evangelio y ser miembros activos de la comunidad. Les animé a estar comprometidos, en particular en el estudio y el servicio generoso al prójimo".
Sobre la fiesta de los testimonios en el Parque Bresso, el Pontífice recordó algunas de las palabras que dijo sobre temas complicados de nuestro tiempo como "la crisis económica, la dificultad de conciliar el tiempo del trabajo con el de la familia, la difusión de las separaciones y divorcios, así como los interrogantes existenciales que afectan a adultos, niños y jóvenes".
"Aquí quisiera recordar lo que dije en defensa del tiempo para la familia, amenazado por una especie de 'prepotencia' de los compromisos de trabajo: el domingo es el día del Señor y del hombre, un día en el que todos deben ser libres, libres para la familia y libres para Dios ¡Defendiendo el domingo, se defiende la libertad del hombre!"
Sobre la Misa del domingo 3 de junio, Benedicto XVI recordó que dirigió un llamado a "construir comunidades eclesiales, que sean cada vez más, 'familia', capaces de reflejar la belleza de la Santísima Trinidad y de evangelizar, no sólo con la palabra sino por 'irradiación', con la fuerza del amor vivido, porque el amor es la única fuerza que puede transformar el mundo".
"Además, hice hincapié en la importancia de la 'tríada' de la familia, el trabajo y la fiesta. Tres dones de Dios, tres dimensiones de nuestras vidas, que necesitan encontrar un equilibrio armónico para construir sociedades con rostro humano".
El Papa subrayó luego que "el Encuentro Mundial de Milán fue una elocuente 'epifanía–manifestación' de la familia, que se mostró en sus diversas expresiones, así como también en la unicidad de su identidad sustancial: la de una comunión de amor, fundada sobre el matrimonio y llamada a ser santuario de la vida, pequeña Iglesia, célula de la sociedad".
"Desde Milán se lanzó al mundo un mensaje de esperanza, sustanciado con experiencias vividas: es posible y alegre, aunque difícil, experimentar el amor verdadero, "para siempre", abierto a la vida; es posible participar como familia en la misión de la Iglesia y en la construcción de la sociedad".
Para concluir el Papa Benedicto XVI hizo votos para "que, gracias a la ayuda de Dios y a la especial protección de María Santísima, Reina de la Familia, la experiencia vivida en Milán sea portadora de frutos abundantes para el camino de la Iglesia, y un nuevo impulso para una mayor atención a la causa de la familia, que es la causa misma del hombre y la civilización. Gracias".