En la audiencia general de esta mañana el Papa Benedicto XVI señaló que "el cristianismo no es una religión del miedo, sino de la confianza y del amor al Padre que nos ama".
En su catequesis habitual de los miércoles y ante miles de peregrinos en la Plaza de San Pedro, el Papa hizo una profunda reflexión sobre el sentido de llamar Padre a Dios, teniendo como ejemplo a Cristo en la cruz que le dice "¡Abbá! ¡Padre!" (papá o papito).
Recibe las principales noticias de ACI Prensa por WhatsApp y Telegram
Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy:
Desde el comienzo de su camino, señala Benedicto XVI, "la Iglesia ha aceptado esta invocación y la ha hecho suya, sobre todo en la oración del Padre Nuestro, donde todos los días decimos: ‘Padre... Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo’".
"El cristianismo no es una religión del miedo, sino de la confianza y del amor al Padre que nos ama. Estas dos densas afirmaciones nos hablan del envío y de la acogida del Espíritu Santo, el don del Resucitado, que nos hace hijos en Cristo, el Hijo Unigénito, y nos pone en una relación filial con Dios, relación de profunda confianza, como la de los niños; una relación filial similar a la de Jesús, aunque si el origen es distinto y diferente es también la importancia", explica el Santo Padre
Jesús, prosigue, "es el Hijo eterno de Dios que se hizo carne, nosotros en cambio nos convertimos hijos en Él, en el tiempo, mediante la fe y los sacramentos del Bautismo y la Confirmación, gracias a estos dos sacramentos estamos inmersos en el misterio pascual de Cristo".
Según señala la nota de Radio Vaticano, Benedicto XVI lamenta luego que "tal vez el hombre moderno no percibe la belleza, la grandeza y el gran consuelo que contiene la palabra ‘padre’ con la que podemos dirigirnos a Dios en oración, porque la figura paterna a menudo hoy en día no suele estar suficientemente presente y a menudo no es lo suficientemente positiva en la vida cotidiana".
Ante ello, continúa, "del mismo Jesús, de su relación filial con Dios, podemos aprender qué significa padre exactamente, sea cual sea la verdadera naturaleza del Padre que está en los cielos".
"Podríamos decir que en Dios el ser Padre asume dos dimensiones. En primer lugar, Dios es nuestro Padre, porque Él es nuestro Creador. Cada uno de nosotros, cada hombre y cada mujer es un milagro de Dios, es querido por Él, y es conocido personalmente por Él.
Cuando en el libro del Génesis se dice que el ser humano es creado a imagen de Dios, se quiere expresar precisamente esta realidad: Dios es nuestro Padre, por medio de Él no somos seres anónimos, impersonales, sino que tenemos un nombre".
Además, indica, "el Espíritu de Cristo nos abre a una segunda dimensión de la paternidad de Dios, más allá de la creación, porque Jesús es el ‘Hijo’ en el sentido más amplio, ‘de la misma substancia del Padre’, como profesamos en el Credo".
"Convirtiéndose en un ser humano como nosotros, con la Encarnación, Muerte y Resurrección, Jesús, a su vez, nos recibe en su humanidad y su propio ser Hijo, para poder entrar también nosotros en su específica y especial pertenencia a Dios", agrega.
El Papa Benedicto XVI afirma también que "desde cuando existe el homo sapiens, está siempre en la búsqueda de Dios, intenta hablar con Dios porque Dios se ha inscrito a sí mismo en nuestros corazones, por lo que la primera iniciativa es de Dios y con el bautismo Dios vuelve a actuar de nuevo en nosotros".
"El Espíritu Santo actúa en nosotros como primer iniciador de la oración, para que podamos luego hablar realmente con Dios y decirle Abbà a Dios. Por lo tanto su presencia abre nuestra oración y nuestra vida se abra a los horizontes de la Trinidad y de la Iglesia".
"Cuando nos dirigimos al Padre nuestro en nuestra celda interior, en el silencio y en el recogimiento, nunca estamos solos. El que habla con Dios nunca está solo. Estamos en la gran oración de la Iglesia, formamos parte de una gran sinfonía que la comunidad cristiana esparcida en cada parte de la tierra y en todo tiempo eleva a Dios; ciertamente los músicos y los instrumentos son distintos –éste es un elemento de riqueza– pero la melodía de alabanza es única y armoniosa".
Al hablar sobre la diversidad de carismas en la Iglesia, el Santo Padre resalta que "la oración guiada por el Espíritu Santo, que nos hace clamar ‘¡Abbá! ¡Padre!’ con Cristo y en Cristo, nos inserta en el único gran mosaico de la familia de Dios, en la que cada uno tiene un lugar y un rol importante, en profunda unidad con todo el conjunto".
"Una nota más para terminar: nosotros aprendemos a clamar ‘¡Abbá!, ¡Padre!’ también con María, la Madre del Hijo de Dios. El cumplimiento de la plenitud del tiempo, de la que habla San Pablo en la Carta a los Gálatas, sucede en el momento del ‘sí’ de María, de su adhesión plena a la voluntad de Dios: ‘Heme aquí, soy la sierva del Señor’"
"Queridos hermanos y hermanas, aprendamos a saborear en nuestra oración la belleza de ser amigos, aún más hijos de Dios, de poderlo invocar con la familiaridad y la confianza que tiene un niño hacia sus padres que lo aman", concluyó.
En español el Papa saludó a "los peregrinos de lengua española, en particular a los venidos de España, Argentina, El Salvador, México y otros países latinoamericanos" e hizo votos para "que Dios, nuestro Padre, aliente nuestro coloquio frecuente y devoto con él. Muchas gracias".