Al recibir esta mañana a un grupo de Obispos de Estados Unidos, el Papa Benedicto XVI alentó a una nueva generación de católicos, sustentados en un fuerte patrimonio cultural y espiritual, que permita la renovación de la Iglesia.
Así lo indicó en su discurso al último grupo de prelados estadounidenses que realizan su visita quinquenal ad limina. En encuentros anteriores, diversos grupos de obispos subrayaron la importancia de preservar y fomentar el don de la unidad católica, como condición para el cumplimiento de la misión de la Iglesia en Estados Unidos.
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Respondiendo a esta preocupación, Benedicto XVI se refirió en su discurso a la necesidad de incorporar a la Iglesia en Estados Unidos el patrimonio de fe y cultura aportado por los inmigrantes católicos.
El Papa alabó el trabajo realizado por la Iglesia americana para responder al fenómeno de la inmigración: "a comunidad católica de los Estados Unidos continúa, con gran generosidad, dando la bienvenida a oleadas de nuevos inmigrantes, proporcionándoles cuidados pastorales y asistencia caritativa, ayudándoles a regularizar su situación, especialmente por lo que se refiere a la reunificación de las familias".
"Un signo especial de ello es el duradero compromiso de los obispos estadounidenses por la reforma de las leyes de inmigración. (…) Es una profunda preocupación para la Iglesia, ya que implica asegurar el justo tratamiento y la defensa de la dignidad humana de los inmigrantes".
La Iglesia en Estados Unidos, dijo el Papa, está llamada a "abrazar, cultivar e incorporar el rico patrimonio de fe y cultura presente en los numerosos grupos de inmigrantes, incluyendo (…) el creciente número de católicos hispanos, asiáticos y africanos".
"La tarea pastoral de fomentar una comunión de culturas dentro de las iglesias locales debe ser considerada de especial importancia en el ejercicio de vuestro ministerio al servicio de la unidad".
"Esto supone algo más que respetar la diversidad lingüística, promover tradiciones sólidas y proporcionar los muy necesarios programas y servicios sociales. Implica también un compromiso de predicación continua, catequesis y actividades pastorales que busquen inspirar en todos los fieles un sentido más profundo de su comunión en la fe apostólica y de su responsabilidad en la misión de la Iglesia".
Benedicto XVI resaltó luego que "la inmensa promesa y las vibrantes energías de una nueva generación de católicos esperan ser destapadas para renovar la vida de la Iglesia y reconstruir el tejido de la sociedad estadounidenses".
Sobre la vida religiosa, el Papa dijo que "en nuestras conversaciones, muchos de ustedes han hablado sobre su preocupación para construir relaciones más estrechas de amistad, cooperación y confianza con sus sacerdotes".
"Ahora, también, los aliento a permanecer particularmente cercanos a los hombres y mujeres en sus iglesias locales que están comprometidos a seguir a Cristo cada vez más perfectamente abrazando los consejos evangélicos".
Cuando el Vaticano ha ordenado una seria evaluación de la vida de las religiosas en Estados Unidos, el Santo Padre reafirmó su "profunda gratitud por el ejemplo de fidelidad y sacrificio personal dado por muchas mujeres consagradas en su país, y unirme en oración en este momento de discernimiento para que dé abundante fruto para la revitalización y fortalecimiento de sus comunidades en fidelidad a Cristo y la Iglesia, así como a sus carismas fundacionales".
"La urgente necesidad en nuestros días de testigos creíbles y atractivos del poder redentor y transformador del Evangelio hace esencial recuperar el sentido de la sublime dignidad y belleza de la vida consagrada, así como rezar por las vocaciones religiosas y promoverlas activamente", a la vez que se refuerzan los canales de comunicación y cooperación existentes en las diócesis.
El Papa expresó luego su esperanza de que el Año de la Fe, que comenzará en octubre, "despierte el deseo, en toda la comunidad católica de América, de reapropiarse, con alegría y gratitud, del inestimable tesoro de nuestra fe".
Para concluir Benedicto XVI dijo que "con el progresivo debilitamiento de los valores cristianos tradicionales y la amenaza de un tiempo en el que nuestra fidelidad al Evangelio pueda costarnos cara, la verdad de Cristo necesita ser no sólo comprendida, articulada y defendida, sino también ser propuesta con alegría y confianza como la clave de la auténtica realización humana y del bienestar de toda la sociedad".