El vaticanista italiano Sandro Magister "resucitó" al Cardenal francés Jean Daniélou, considerado uno de los más grandes teólogos del siglo XX que fue perseguido por algunos de sus hermanos jesuitas en razón de su abierta crítica al disenso de los religiosos.
Magister publicó el 11 de mayo una columna en el diario L’Espresso con una entrevista realizada al Cardenal en Radio Vaticana el 23 de octubre de 1972. El texto aún conserva su actualidad y en aquel entonces le valió al Purpurado la persecución de algunos de sus hermanos del ala "progresista" que lo tomaron como un ataque a la Compañía de Jesús.
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El vaticanista también aprovecha para limpiar el nombre del Cardenal que falleció en el apartamento de una prostituta en París. Magister explica que el Purpurado llegó para darle dinero a la mujer para el abogado que sacaría de la cárcel a su esposo. "Fue la última de sus obras de caridad realizadas en secreto, a favor de personas despreciadas y necesitadas de ayuda y perdón", explica.
Después del fallecimiento los jesuitas comprobaron su inocencia pero el silencio que guardaron no alejó las sospechas, añade.
En la entrevista de 1972 el Purpurado afirma que "hay actualmente una crisis muy grave de la vida religiosa y que no se debe hablar de renovación, sino más bien de decadencia".
Para el Cardenal "esta crisis se manifiesta en todos los ámbitos. Los consejos evangélicos (pobreza, castidad y obediencia) no son considerados ya como consagración a Dios, sino que son vistos en una perspectiva sociológica y psicológica. Nos preocupamos por no presentar una fachada burguesa, pero en el plano individual no se practica la pobreza".
"La dinámica de grupo sustituye a la obediencia religiosa; con el pretexto de reaccionar contra el formalismo, se abandona toda reglamentación de la vida de oración y las consecuencias de este estado de confusión son ante todo la desaparición de las vocaciones, porque los jóvenes reclaman una formación seria", añade.
A continuación denuncia que existen en la Iglesia a causa de esta crisis "numerosos y escandalosos abandonos de religiosos que reniegan del pacto que los ligaba al pueblo cristiano".
Sobre las causas de esta crisis, el Cardenal Daniélou señala que "la fuente esencial (…) es una falsa interpretación del Vaticano II. Las directivas del Concilio eran clarísimas: una más grande fidelidad de los religiosos y de las religiosas a las exigencias del Evangelio expresadas en las Constituciones de cada instituto y al mismo tiempo una adaptación de las modalidades de estas Constituciones a las condiciones de la vida moderna".
"Los institutos que son fieles a estas directivas conocen una verdadera renovación y tienen vocaciones. Pero en muchos casos se sustituyen las directivas del (Concilio) Vaticano II con ideologías erróneas puestas en circulación por revistas, por congresos y por teólogos", advierte.
Entre esos errores el Cardenal menciona la secularización, una falsa concepción de la libertad y una concepción equivocada de la "mutación del hombre y de la Iglesia".
Sobre el primero, el Purpurado explica que el Vaticano II "jamás ha dicho que nosotros ingresemos en un mundo secularizado, en el sentido que la dimensión religiosa ya no ha de estar presente en la civilización, y es en el nombre de una falsa secularización que religiosos y religiosas renuncian a sus hábitos, abandonan sus obras para insertarse en las instituciones seculares, sustituyendo la adoración a Dios por las actividades sociales y políticas".
"Entre otras cosas, esto va a contramano en lo que se refiere a la necesidad de espiritualidad que se manifiesta en el mundo de hoy", alerta.
Sobre la falsa concepción de la libertad, el Cardenal refiere que ésta "lleva consigo la desvalorización de las Constituciones y de las Reglas y exalta la espontaneidad y la improvisación. Esto es tanto más absurdo en cuanto la sociedad occidental sufre actualmente por la ausencia de una disciplina de la libertad. La restauración de reglas firmes es una de las necesidades de la vida religiosa".
Sobre el tercer error dice que "aún cuando los contextos cambian, los elementos constitutivos del hombre y de la Iglesia son permanentes, por eso es un error tremendo cuestionar los elementos constitutivos de las Constituciones de las órdenes religiosas".
En cuanto a las soluciones a la crisis de la vida religiosa, el Cardenal propone "detener las falsas orientaciones que se difunden en un cierto número de institutos".
"Para esto es necesario detener todas las experimentaciones y todas las decisiones contrarias a las directivas del Concilio; poner en guardia contra los libros, las revistas y los congresos en los cuales son puestas en circulación estas concepciones erróneas; restaurar íntegramente la práctica de las Constituciones con las adaptaciones pedidas por el Concilio".
El Cardenal Daniélou afirma que "allí donde esto parece imposible, me parece que no se puede rechazar a los religiosos que quieren ser fieles a las Constituciones de sus órdenes y a las instrucciones del Vaticano II de constituir comunidades distintas. Los superiores religiosos están obligados a respetar este deseo conciliar".
"Estas comunidades deben estar autorizadas y deben tener casas de formación. La experiencia mostrará si las vocaciones son más numerosas en las casas de estricta observancia o en las casas de observancia mitigada. En caso que los superiores se opongan a estos pedidos legítimos, está ciertamente autorizado recurrir al Sumo Pontífice".
En la entrevista el Cardenal francés afirma además que "la vida religiosa está llamada a un grandioso futuro en la civilización técnica: cuanto más se desarrolle ésta, más se hará sentir la necesidad de la manifestación de Dios".
"Este es precisamente el propósito de la vida religiosa, pero para cumplir con su misión es necesario que ella reencuentre su auténtico significado y rompa radicalmente con una secularización que la destruye en su esencia y le impide atraer vocaciones", concluye.
Para leer la columna completa, ingrese a: http://chiesa.espresso.repubblica.it/articolo/1350241?sp=y