El Papa Benedicto XVI alentó esta mañana a combatir la pobreza y la miseria en el mundo, y explicó que la mayor pobreza de todas y que debe combatirse en las personas, es la falta de amor.
Así lo indicó en su discurso en francés esta mañana a los cinco nuevos embajadores, no residentes, ante la Santa Sede: Teshome Toga Chanaka (Etiopía); Dato' Ho May Yong (primera representante diplomática de Malasia); David Cooney (Irlanda); Naivakarurubalavu Solo Mara (República de Fiji); y Viguen Tchitetchian (Armenia).
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En su discurso el Santo Padre dijo que el mundo actual vive una época en la que los jóvenes fácilmente se adhieren "a las corrientes ideológicas de moda, evitando el esfuerzo de reflexión y crítica. Y muchos jóvenes en busca de un ideal, recurren entonces a los paraísos artificiales que los destruyen. La adicción, el consumismo y el materialismo no son capaces de llenar el corazón del hombre hecho para el infinito. Porque la mayor pobreza es la falta de amor".
"En la angustia, la compasión y la escucha desinteresada son un consuelo. Incluso sin grandes recursos materiales, es posible ser feliz. Vivir sencillamente en armonía con lo que se cree, debe seguir siendo una posibilidad y cada vez siempre más. Animo todos los esfuerzos, en particular con las familias", indicó.
El Santo Padre afirmó que los medios de comunicación permiten que ahora las cosas se sepan casi inmediatamente o mientras suceden, incluyendo también hechos que causan dolor.
"La constatación del tremendo sufrimiento que la miseria y la pobreza, tanto material como espiritual, causan en todo el mundo llama a una nueva movilización para hacer frente, en la justicia y la solidaridad, a todo lo que amenaza al ser humano, a la sociedad y al medio ambiente".
Benedicto XVI dijo que "el éxodo hacia las grandes ciudades, los conflictos armados, el hambre y las pandemias, que afectan a tantas poblaciones, desatan una pobreza que en nuestros días ha asumido nuevas formas. La crisis económica mundial hace que cada vez más familias vivan con precariedad".
"Y cuando la creación y la multiplicación de las necesidades induce a creer en la posibilidad del disfrute ilimitado y del consumo, la carencia de medios necesarios para lograrlo desemboca en la frustración".
El Papa también alertó que "cuando la pobreza coexiste con una enorme riqueza, brota la percepción de una injusticia que puede convertirse en fuente de rebelión. Por tanto, es necesario que los Estados garanticen que las leyes no aumentan las desigualdades sociales y que las personas puedan vivir decentemente".
"El desarrollo al que aspiran todas las naciones tiene que concernir a la persona en su integridad y no solamente al factor económico", agregó.
"Experiencias tales como el microcrédito y las iniciativas para crear asociaciones equitativas, demuestran que es posible armonizar los objetivos económicos con los vínculos sociales, la gobernabilidad democrática y el respeto por la naturaleza. También es aconsejable, devolviéndoles la nobleza que se merecen, el fomento del trabajo manual y la promoción de una agricultura que redunde en beneficio de la población local".
El Papa Benedicto XVI aseguró que "para fortalecer el factor humano en la realidad socio-política, es necesario prestar atención a otro tipo de miseria: la que se refiere a la pérdida de referencia a los valores espirituales, a Dios".
"Este vacío hace más difícil el discernimiento entre el bien y el mal y la superación de los intereses personales en favor del bien común".
El Santo Padre afirmó también que "la educación debe despertar a la dimensión espiritual porque ‘el ser humano crece cuando crece en espíritu’. Este tipo de educación ayuda a construir y fortalecer los vínculos más auténticos, ya que abre a una sociedad más fraterna que ella ayuda a construir".
Benedicto XVI dijo que "los Estados tienen el deber de promover su patrimonio cultural y religioso, que contribuye al desarrollo de una nación, y de facilitar el acceso a todos, porque familiarizándose con su historia, cada uno llega a descubrir las raíces de su propia existencia".
"La religión –indicó– permite reconocer en el otro a un hermano en humanidad. Permitir que cualquier persona la oportunidad de conocer a Dios, y hacerlo en plena libertad, es ayudarla a forjar una personalidad fuerte interiormente que la hace capaz de testimoniar el bien y de realizarlo incluso cuando eso es algo que le costaría"
Para concluir su discurso el Santo Padre recordó que "’la apertura a Dios conduce a la apertura a los hermanos y una comprensión de la vida como una misión de solidaridad y alegría’. Así se podrá edificar una sociedad donde la vivencia de la sobriedad y la fraternidad reducirán la miseria, y reemplazarán a la indiferencia y el egoísmo, a las ganancias y las pérdidas, y sobre todo a la exclusión".