El Papa Benedicto XVI alentó esta mañana a rezar como San Esteban –el primer mártir de la Iglesia Católica que murió lapidado– para tener la luz necesaria que permite entender el presente y descubrir la acción de Dios en la historia.
Ante unas 20 mil personas en la Plaza de San Pedro y hablando en español, el Santo Padre señaló que "en la catequesis de hoy volvemos a contemplar cómo en la oración, la lectura y meditación de la Sagrada Escritura nos conducen a la escucha de Dios que nos habla, dándonos luz para entender el presente".
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"Así, al reflexionar sobre el ejemplo de oración de San Esteban, podemos ver cómo el primer mártir, delante del tribunal que le condena, hace esa lectura y meditación, explicando la historia de la salvación, narrada en la Biblia, desde la luz de Cristo, para demostrar que en Él se cumplen las profecías antiguas y se inaugura un nuevo culto, que sustituye a los antiguos sacrificios por el ofrecimiento de sí mismo en la cruz".
El Papa dijo luego que "al ser llevado al suplicio, Esteban se hace uno con el Señor, y su reflexión sobre la Escritura se convierte en participación con la oración de Jesús en su agonía, de modo que, movido por el Espíritu Santo, puede hacer suyas las palabras que Cristo pronunció desde la cruz, dirigiéndolas ahora al Señor Resucitado, que se le presenta glorificado a la derecha del Padre".
"En nuestra oración estamos llamados también a descubrir la acción de Dios en la historia, que tiene su culmen en Cristo y a confesarlo como Señor de nuestras vidas", concluyó.
En su catequesis en italiano, el Papa recordó que Esteban fue llevado ante el Sanedrín, acusado de haber declarado que Jesús destruiría el templo y subvertiría las costumbres legadas por Moisés.
Ahora bien, en su discurso ante el tribunal, el santo afirma que Jesús se refería a su cuerpo, que es el nuevo templo. De esta forma, Cristo "inaugura el nuevo culto, y con la ofrenda de sí mismo en la Cruz, reemplaza los sacrificios antiguos".
Esteban quiere demostrar que la acusación de subvertir la ley de Moisés es infundada y para ello ilustra su visión de la historia de la salvación, de la alianza entre Dios y el hombre. "Relee así toda la narración bíblica, el itinerario de la Sagrada Escritura, para demostrar que conduce al lugar de la presencia definitiva de Dios, que es Jesucristo, especialmente en su Pasión, Muerte y Resurrección. En esta perspectiva (...) también lee su condición de discípulo de Jesús, siguiéndolo hasta el martirio. La meditación sobre la Sagrada Escritura le permite entender (...) el presente".
La vida y el discurso de Esteban se interrumpen repentinamente con la lapidación, pero "precisamente el martirio es el cumplimiento de su vida y de su mensaje: se hace uno con Cristo. Así, su reflexión sobre la acción de Dios en la historia, sobre la Palabra divina que en Jesús ha llegado a su plenitud, se convierte en participación en la misma oración de la Cruz".
En el momento del martirio del Santo, afirmó el Papa, "se manifiesta una vez más la fecunda relación entre la Palabra de Dios y la oración".
Pero: "¿De dónde sacó el primer mártir cristiano la fuerza para hacer frente a sus perseguidores y llegar hasta la entrega de sí mismo? La respuesta es simple: de su relación con Dios, de su comunión con Cristo, de la meditación sobre la historia de la salvación, de ver la acción de Dios, que alcanza su cumbre en Jesucristo".
San Esteban cree que Jesús "es el templo 'no construido por mano de hombre' en que la presencia de Dios Padre se ha hecho tan cercana como para entrar en nuestra carne humana para llevarnos a Dios, para abrir las puertas del Cielo".
"Nuestra oración, entonces, debe consistir en la contemplación de Jesús a la diestra de Dios, de Jesús como Señor de nuestra vida cotidiana. En Él, bajo la guía del Espíritu Santo, también nosotros podemos dirigirnos a Dios (...) con la confianza y el abandono de los hijos que acuden a un Padre que los ama infinitamente", concluyó.