El Arzobispo de Miami (Estados Unidos), Mons. Thomas Wenski, afirmó que el recientemente fallecido Mons. Agustín Román, el primer Prelado cubano nombrado para Estados Unidos, "vivió las últimas horas de su vida de la misma manera que él las pasó toda su vida: evangelizando, predicando la buena nueva".
En su homilía durante la Misa por el alma de Mons. Agustín Román, el 14 de abril, el Arzobispo de Miami señaló que "él fue lo que debió haber sido: un amigo de los pobres, de los enfermos, los encarcelados, los exiliados y los inmigrantes. Él fue un amigo para todos nosotros - porque él fue ante todo y sobre todo un amigo de Jesús".
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El Prelado resaltó que Mons. Román "era luz, era fuego. En su pasión por evangelizar, por catequizar, nunca trató de hacer que la gente se convirtiera en sus fanáticos. Solo le interesaba llevarles a Cristo".
Tras hacer mención de la intensa actividad pastoral durante la visita de Benedicto XVI a Cuba y en la Semana Santa, el Arzobispo de Miami señaló que Mons. Román "estaba convencido que la visita pastoral del Santo Padre traería grandes frutos para Cuba y su Iglesia como lo hizo la visita del Papa Juan Pablo II hace 14 años".
"Para el obispo Román, la Semana Santa también fue una semana llena de aún más oportunidades para predicar, enseñar, confesar: en una palabra, para evangelizar".
Mons. Wenski recordó que el Domingo de Pascua, los "aleluyas" cantados para anunciar la Resurrección de Jesús, ocasionaron mayor alegría por el anuncio de que Benedicto XVI declaró "venerable" al P. Félix Varela, padre de la identidad cubana.
"Fue durante esta octava de Pascua, con su alegría de un nuevo renacer y esperanzas renovadas, que Dios en sus caminos inescrutables llamó a Monseñor Román a su casa celestial después de una vida de servicio dedicado y desinteresado, tanto a la Iglesia como a la nación cubana".
El Arzobispo de Miami señaló que "para los muchos sacerdotes aquí, el obispo fue también un hermano y un padre. Esta comunidad entera, los católicos y no católicos, los cubanos y no cubanos, todos nos sentimos hoy un poco huérfanos".
"La vida de Monseñor Román fue un testimonio coherente de que Dios sí importa".
"¡Virgen de la Caridad, ruega por nosotros! ¡Virgen de la Caridad, salva a Cuba!", exclamó al concluir.