Lourdes Várguez García es nieta de uno de los muchos católicos que defendieron su fe entre los años 1917 y 1925 durante la persecución religiosa en México. Desde Roma, donde vive como religiosa, pide a los mexicanos ser coherentes con el regalo de fe que estos mártires donaron a la sociedad de su país.
A la edad de 18 años, su abuelo, Romualdo Várguez Gamboa, vivió una de las etapas más difíciles de la historia de la Iglesia Mexicana en la persecución religiosa. El gobierno prohibió cualquier tipo de manifestación o celebración religiosa, cerró todas las Iglesias y castigó la celebración del culto religioso.
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Por ser católico, Romualdo fue detenido en tres ocasiones, vio como destrozaban su casa y hasta fue torturado con descargas eléctricas.
En entrevista con ACI Prensa, la hermana Lourdes explicó que para los fieles mexicanos "era imposible pensar que no se podría celebrar a Cristo".
Romualdo era miembro de Acción Católica Mexicana y junto a sus amigos Hernán C., Iván B. y Jesús G. estuvo detenido, "los amarraban y les dieron toques eléctricos en el cuerpo para que dijeran dónde iban a hacer las reuniones o misas para sorprenderlos infraganti".
"A mi abuelo le tocó ir tres veces a la cárcel, en una de estas redadas que hicieron, e incluso le llegaron a dar en tres ocasiones toques eléctricos... Era para que dieran nombres, para que dijeran cosas, pero ellos no lo hicieron. Es lo bonito de la juventud, cuando uno es fiel a ciertos ideales, y sobre todo más a la fe. Ellos nunca dijeron nada. Pero si, les tocó vivir este momento de tensión a sus padres también, porque imagino que a mi bisabuelo pues le asustó esta situación", explica.
Romualdo también fue a prisión por convocar a celebraciones clandestinas en casas particulares, "ellos eran los mensajeros, y tenían que estar seguros de que no se enterara la policía", cuenta la religiosa.
Romualdo era catequista y al cerrar las parroquias, en la clandestinidad continuó enseñando la catequesis, "un día era en casa de uno, otro en la de otro, porque no podía ser siempre en un sitio fijo. Porque la policía se daba cuenta".
Romualdo también ayudaba a los sacerdotes a no ser descubiertos, y los acompañaba a los pueblos para administrar los sacramentos. A los ojos de las autoridades, eran "un grupo de jóvenes, que están con otros jóvenes, que parece que van de excursión, pero en realidad se iban a los pueblos a poder realizar el catecismo, las confesiones, la Misa".
Lourdes, religiosa de la Congregación Jesús-María en Roma, cuenta que un día llegaron a la casa de su abuelo cuando no había nadie celebrando el culto, "aún así, para asustar rompieron todo, hay fotos que dan testimonio de esto, y se llevaron a algunos a la cárcel". Milagrosamente, una imagen del Sagrado Corazón de Jesús que colgaba de la pared resultó intacta hasta nuestros días.
"Mi papá nos contaba que ese Sagrado Corazón había sido testigo fiel de esta fe y este amor por la Iglesia. Él también ha sufrido con la gente e incluso ha vivido momentos de angustia por esta persecución. A pesar que en Yucatán la realidad no fue tan violenta como en el centro del país, la gente sufrió y esta ‘cruz’ les dio firmeza en la fe. Este Corazón de Jesús les acompañó y les animó siempre, como siempre fiel es su Amor para todos", explica Sor Lourdes.
Romualdo sobrevivió a la persecución, se casó con Bertha Sansores, tuvieron diez hijos, siguió siendo misionero. "Mi abuelo con mi abuelita vivieron juntos su fe y la transmitieron a sus hijos, que en la libertad de cada uno abrazaron el amor de Dios y su presencia en sus vidas".
"Para mi papá, el testimonio de su padre, su acción misionera, el amor de su madre hacia los hijos… todo eso para él fue también una fuerza y una manera de animarlo a comprometerse en la fe. Y yo hoy, gracias a mi papá y mi madre, ambos creyentes y comprometidos, puedo dar mi si, intento dar mi si en fidelidad y agradecimiento. En mi historia de fe, hay otras historias de fe, hay sangre y martirio, porque mi fe viene de ese momento y de otros momentos, mi fe como mexicana es también fruto de estas mujeres y hombres, niños y jóvenes, y sacerdotes como Miguel Agustín Pro –asesinado durante la persecución-", concluyó.