Gary Cooper, uno de los iconos de Hollywood más famosos de todos los tiempos, no se convirtió al catolicismo mientras enfrentó el cáncer terminal que le causó la muerte en 1961, sino al menos diez años antes. Su hija Maria Janis reveló el intenso proceso en una historia recogida por L’Osservatore Romano.
Aunque las biografías de Gary Cooper no mencionan su fe en épocas previas a su enfermedad, Cooper se acercó de manera gradual a Dios junto a su familia. Hacia el año 1950, luego de vivir una crisis matrimonial, "empezó a venir con nosotros a Misa más a menudo, no solo en Navidad o Pascua", y "luego pidió que le bautizaran".
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"He gastado cada hora de mi vida, año tras año haciendo casi exactamente aquello que me venía en mente de hacer, y aquello que quería hacer no estaba siempre entre las cosas más correctas. El pasado invierno empecé a pararme un poco más de lo normal sobre alfo que está en mi cabeza desde hace tiempo: ‘Viejo Coop, ¡debes algo a Alguien por todo aquellos que tienes! No seré nunca un santo (…) pero lo único que puedo decir es que estoy intentando ser un poco mejor. Quizá lo consiga", afirmó el actor en un testimonio recogido por el libro The Hollywood Greats.
Frank James Cooper nació en Helena (Estados Unidos) y se mudó a Los Ángeles para trabajar como dibujante de viñetas en un periódico. Probó diversos oficios como el de comerciante de arte, ayudante de fotógrafo, vendedor de decorados teatrales, y publicista gráfico, hasta que finalmente se encontró con el éxito de Hollywood.
Durante 36 años hizo películas taquilleras y hasta salvó de la crisis económica de 1929 a la famosa productora de cine Paramount Pictures Corporation. En 1931, viajó a Inglaterra y se enamoró de la actriz Verónica Balfe, con quien se casó en 1933.
En 1953, durante un tour promocional por Europa, Cooper, quiso conocer al entonces Papa Pío XII para profundizar en su fe.
María Janis, quien acompañaba a su padre en aquél encuentro, recuerda que "llevaba estampitas, medallitas y una gran cantidad de rosarios en la manga de la chaqueta, porque muchos de sus amigos de Hollywood le habían pedido un objeto bendecido por el por el Papa".
"Había mucha tensión en el aire cuando, precedido por la guardia suiza entró el Papa, alto, pálido, y vestido de blanco (...) Mi padre arrodillándose perdió el equilibrio debido a la emoción y de su dolor de espalda crónico, sus estampitas y rosarios se cayeron por el suelo y las medallas rodaron por toda la habitación".
"Presa de una vergüenza monumental, moviéndose a gatas, mi padre trató de recoger todo lo más rápido posible, pero de improvisto se topó con un zapato rojo y el bordado de una túnica. El Papa lo miraba, esperando paciente a que se levantara", cuenta María Janis.
La hija de Cooper, explicó que este encuentro marcó intensamente a su padre, quien "tenía una espiritualidad muy profunda alejada de todo ‘ismo’, de cada teoría o ideología, y un sentido religioso que probablemente se desarrolló viviendo en contacto con la naturaleza de Oeste y conociendo y amando la cultura y la espiritualidad de los nativos de América. Nunca fue una persona egoísta o superficial".
En el año 1961, le concedieron un premio Oscar honorífico que no pudo recoger por el cáncer que padecía. Recibió mensajes de apoyo de numerosas personalidades, entre ellos la reina de Inglaterra Isabel II, el presidente de Kennedy y hasta el propio Papa Juan XXIII.
María Janis explicó que los que lo visitaban durante la enfermedad quedaban maravillados por la serenidad con que el actor afrontaba su muerte.
"Lo que más le ayudó fue su religión. A medida que su enfermedad progresaba, nunca se preguntó ¿por qué a mí?, nunca se lamentó, le ayudaron los sacramentos", concluyó.
Un periódico de la época, The Straits Times publicó unas palabras que Cooper pronunció días antes de morir a uno de sus periodistas: "Sé que aquello que está sucediendo es la voluntad de Dios, no tengo miedo del futuro".