El Obispo de Bilbao, Mons. Mario Iceta, critica que la enseñanza religiosa se "vea sometida a presiones para excluirla del ámbito educativo público" y ha afirmado que las instituciones y los centros educativos deben "velar para que la legalidad sea respetada" para que las familias puedan elegir la educación "conforme a sus convicciones"
En un comunicado, el Prelado afirma que ante la apertura del período de inscripciones de alumnos para el próximo curso escolar, del 30 de enero al 10 de febrero, se siente "en la urgencia de hacer una reflexión sobre la actualidad de la enseñanza religiosa en la escuela", desde "el convencimiento profundo de su carácter abierto, plural e integrador de culturas, saberes, aptitudes, valores humanos e inquietudes sociales".
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Según dice "siendo respetuoso con las opciones de todas las familias y alumnos, la clase de religión es un derecho a ejercer dentro del marco legal de la legislación europea, la Constitución española, la Ley Orgánica de Educación y la Ley de la Escuela Pública Vasca que garantizan y regulan este derecho".
Monseñor Iceta asegura que una mirada a Europa como referente educativo "nos revela que sus diversos estamentos", como el Consejo Europeo de la Educación "insisten en la necesidad de la cultura religiosa en las aulas", algo que según manifiesta, se constata cuando "la práctica totalidad de los países de la Comunidad europea incorporan la religión al sistema educativo y mantienen acuerdos con distintas confesiones religiosas, con variadas alternativas".
El Prelado considera que a "nivel más concreto, muchas familias y los mismos alumnos, solicitan la clase de religión en la escuela pública y en la escuela concertada no confesional".
Deber legal
Por ello, afirma que este derecho "debe ser respetado en el ámbito interno de la escuela" y que los centros escolares "tienen el deber legal de ofertar la clase de religión, desde Educación Infantil, a los tres años, en Primaria y ESO, hasta los dieciocho de Bachillerato".
Asegura también que "lamentablemente la enseñanza religiosa se ve sometida a presiones de diverso tipo y desde diversas instancias con el fin de excluirla del ámbito educativo público o disuadiendo a los padres de apuntar a sus hijos en dicha asignatura, utilizando argumentos poco solventes, muchas veces de marcado carácter ideológico, pero, ante todo, lesionando la libertad de las familias a ejercer un derecho fundamental que les asiste".
Por ello, subraya que las diversas administraciones y los mismos centros educativos "tienen el deber de velar para que la legalidad sea respetada y favorecer ante todo la libertad de las familias de elegir la educación conforme a sus convicciones, tal como promulga y sostiene nuestro ordenamiento jurídico fundamental".
Monseñor Iceta asegura que la asignatura de religión es una "oportunidad, una opción por una educación de dimensión religiosa, personal y social, que el mensaje cristiano y la Iglesia ofrecen junto a otros saberes y legítimas opciones, en diálogo con ellos".
Para el Obispo, "tanto la escuela laica como la escuela confesional, pública o concertada, están llamadas a integrar saberes y valores, conocimientos y aptitudes, a ser inclusivas, en diálogo y convivencia con el mundo de las religiones y sus culturas, a educar en la competencia espiritual, como elementos de una educación integral".
En ese sentido, recuerda a las familias cristianas "la importancia de inscribir a sus hijos e hijas en la asignatura de religión". Según señala, "una auténtica educación significa introducir a la persona en la totalidad de la realidad", y "de ahí, la necesidad de que abarque todas las dimensiones de la persona".
Enriquecimiento educativo
"No cabe duda -manifiesta-, de que lo religioso enriquece enormemente el ámbito educativo" y "la enseñanza de la religión educa al niño y al joven en una dimensión que le es profundamente connatural, pues el ser humano no sólo es ser racional y social, sino también constitutivamente religioso y trascendente".
El Prelado pone de relieve que "la educación religiosa contribuye a encontrar respuesta a las preguntas más profundas de nuestra vida y el sentido último de nuestra existencia".
Para él, "junto a esto, la enseñanza religiosa favorece enormemente el crecimiento personal y contribuye decisivamente a la edificación de una sociedad y un mundo enraizados en la verdad y el bien, el respeto mutuo y la tolerancia, el amor y el perdón, la solidaridad y la gratuidad, la justicia y la paz, la compasión y la misericordia, en la ayuda a los más necesitados y en la protección y tutela de los débiles".
"Su contribución es altamente positiva para la humanización de un mundo que se siente tantas veces tentado por el afán de tener, del dominio y del poder, que genera sufrimiento e injusticias" y nos "ayuda a valorar nuestra cultura, de profundas raíces cristianas, y a hacernos partícipes de un legado que ha configurado nuestro modo de ser, tanto a nivel personal como social, y ha constituido uno de los fundamentos de nuestra civilización, que resulta difícilmente inteligible sin la referencia al cristianismo", afirma.
Para él "éstas y otras muchas razones deben orientar y animar a los padres cristianos a inscribir a sus hijos en la clase de Religión".