Al recibir esta mañana a un grupo de Obispos de Estados Unidos en visita ad limina, el Papa Benedicto XVI alertó sobre el ambiente hostil al cristianismo en esa sociedad y resaltó la vital importancia que tienen la libertad religiosa y la voz valiente de los católicos en el debate público.
En su discurso a los prelados de las regiones V y VI de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos, el Santo Padre explicó que "en el corazón de cada cultura, que se perciba o no, hay un consenso sobre la naturaleza de la realidad y del bien moral, y, por lo tanto, sobre el presupuesto del bienestar humano".
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En Estados Unidos, prosiguió, "ese consenso, tal como está inscrito en sus documentos fundacionales, hundía sus raíces en una visión del mundo basada no sólo en la fe sino en el compromiso con determinados principios éticos derivados de la naturaleza y del Dios de la naturaleza".
"Hoy, ese consenso se ha erosionado significativamente debido a las nuevas y potentes corrientes culturales que no sólo se oponen directamente a los principios morales de la tradición judeo-cristiana, sino que cada vez son más hostiles al cristianismo como tal".
Por su parte, afirmó el Papa, "la Iglesia en los Estados Unidos está llamada, a tiempo y a destiempo, a proclamar el Evangelio, que no sólo propone las verdades morales inmutables sino que las ofrece, precisamente, como clave para la felicidad humana y social".
"Con su larga tradición de respeto por la correcta relación entre fe y razón, la Iglesia tiene un papel crítico que desempeñar en la lucha contra las corrientes culturales que, sobre la base de un individualismo extremo, tratan de promover el concepto de libertad separado de la verdad moral".
El Santo Padre dijo también que "la defensa de la Iglesia de un razonamiento moral basado en la ley natural se funda en su convicción de que esta ley no es una amenaza para nuestra libertad, sino más bien un ‘lenguaje’ que nos permite entendernos a nosotros mismos y la verdad de nuestro ser, y así crear un mundo más justo y humano".
"El testimonio de la Iglesia es, pues, de naturaleza pública: quiere convencer proponiendo argumentos racionales en los foros públicos. La separación legítima de la Iglesia y el Estado no puede interpretarse en el sentido de que la Iglesia debe guardar silencio sobre ciertos temas, ni de que el Estado opte por no tener en cuenta la voz de los creyentes comprometidos a la hora de determinar los valores que decidirán el futuro de la nación".
A la luz de estas consideraciones, resaltó el Papa, "es imperativo que toda la comunidad católica en los Estados Unidos sea consciente de las graves amenazas al testimonio público de la Iglesia en cuestiones morales, merced a un laicismo radical cada vez más difundido en el ámbitos político y cultural".
"En particular, suscitan preocupación ciertos intentos de limitar la más apreciada de las libertades de Estados Unidos: la libertad religiosa", precisó.
En este sentido, continuó Benedicto XVI, "vemos una vez más la necesidad de un laicado católico, bien formado, dotado de un fuerte sentido crítico ante la cultura dominante y de coraje para hacer frente a un secularismo reductivo que quiere deslegitimar la participación de la Iglesia en el debate público sobre las cuestiones que determinan el futuro de la sociedad estadounidense".
"Me gustaría mencionar aquí, con satisfacción, vuestros esfuerzos por mantener contactos con los católicos que se dedican a la política y ayudarles a comprender su responsabilidad personal a la hora de dar un testimonio público de su fe, especialmente con respecto a los grandes problemas morales de nuestro tiempo: el respeto de la vida como don de Dios, la protección de la dignidad humana y la promoción de los auténticos derechos humanos".
"Ninguno dotado de una visión realista puede ignorar las dificultades que la Iglesia afronta en este momento", dijo luego el Papa.
Sin embargo, prosiguió el Pontífice, "también nos alienta la creciente conciencia de la necesidad de preservar un orden civil, claramente enraizado en la tradición judeo-cristiana, así como la promesa de una nueva generación de católicos, cuya experiencia y convicciones tendrán un papel decisivo en la renovación de la presencia y el testimonio de la Iglesia en la sociedad estadounidense".
"La esperanza que nos dan estos ‘signos de los tiempos’ son, de por sí, una razón para renovar nuestros esfuerzos de movilizar los recursos intelectuales y morales de toda la comunidad católica al servicio de la evangelización de la cultura estadounidense y de la construcción de la civilización del amor", concluyó.