El Obispo de San Sebastián, Mons. José Ignacio Munilla Aguirre, recordó en su artículo titulado "Feliz Sacerdocio" que la que la felicidad es proporcional a la experiencia de Dios que alcancemos en nuestras vidas.
Con motivo del Día del Seminario que se celebró en su diócesis, Mons. Munilla reflexionó sobre el estudio elaborado por la Universidad de Chicago publicado por la revista Forbes donde se muestra que el sacerdocio es el "trabajo" más feliz del mundo.
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"Se agradece este dato ‘provocativo’, que nos da la oportunidad de testimoniar la salud de nuestra vocación sacerdotal, en medio de unas circunstancias más bien adversas", explica en su escrito.
"A lo largo de mi vida me han preguntado con frecuencia –y últimamente más- sobre el grado de satisfacción con el que he vivido como cura y ahora como obispo. Puedo decir en verdad que he sido, soy, y con la gracia de Dios espero seguir siendo, inmensamente feliz", agrega.
El estudio de la Universidad de Chicago demostró que las personas se sienten más satisfechas con labores que no coinciden necesariamente con el éxito económico, sino con el servicio y la entrega al prójimo.
"Me atrevo a apostar que la Universidad de Chicago se olvidó de las monjas contemplativas en su estudio estadístico, porque de lo contrario ellas habrían alcanzado el primer puesto en el ranking de "felicidad". ¡Y si alguno lo duda, que haga la experiencia de tocar la puerta de algún monasterio!".
Fisioterapeutas, escritores, instructores de educación especial, maestros, artistas, psicólogos, agentes financieros e ingenieros de operaciones, son los trabajos que completan el ranking de los diez menesteres más satisfactorios a nivel personal.
Por el contrario, los altos directivos con salarios elevados, y menos trato humano, ocupan los puestos menos satisfactorios.
El Prelado español recuerda que si bien el sacerdocio es una fuente de alegría, en su vida hay dolor y dificultades, "porque no puedo ser indiferente a los padecimientos de quienes me rodean, ni a la pérdida de sentido en la vida de tantos".
Afirma que "la felicidad no es perfecta hasta que no se comparte", y otra clave de la felicidad sacerdotal "consiste en ser un instrumento de Dios para la vida del mundo".
"No tengo la menor duda de que el aumento de vocaciones sacerdotales dependerá en buena medida de nuestra perseverancia en la oración, de nuestra fidelidad y amor a la Iglesia de Cristo, y en especial, del testimonio de santidad y alegría de nosotros, los sacerdotes. ¡Qué Santa María Inmaculada dé la gracia del ‘sí’ a cuantos sean llamados al ‘feliz sacerdocio’!", concluye.