En un nuevo caso de intolerancia anti-religiosa, una socióloga "ecofeminista" peruano-canadiense ha puesto en riesgo un importante programa solidario de la Universidad de Brock que ha favorecido a más de cien mil peruanos pobres en los últimos siete años.
La controvertida socióloga Ana Isla, profesora asistente de la universidad, ha movilizado al Centro de Estudios de la Mujer de Brock para detener el proyecto Solidarity Experiences Abroad (SEA, Experiencias Solidarias Internacionales), debido a que surgió por iniciativa del encargado de pastoral católica de la universidad.
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Isla, conocida en el campus de Brock por su discurso radical de intolerancia anti-religiosa, ha hecho circular desde fines de noviembre una carta entre profesores y administrativos de Brock con una serie de graves acusaciones sin pruebas contra el programa solidario que cuenta con el apoyo de las autoridades educativas.
Ante esta agresiva campaña, unos 200 alumnos y ex alumnos participantes de SEA, han enviado misivas de respaldo al programa universitario en las que desmienten categóricamente los alegatos de Isla.
Desde su creación en 2004, como un programa no confesional, el SEA ha permitido a mil estudiantes de Brock y otras 16 universidades "desarrollar sus carreras en solidaridad al servicio de los más necesitados". El SEA se ha extendido a Ecuador, Sudafrica, Namibia, Costa Rica y Brazil con viajes organizados por los capellanes de diferentes denominaciones.
La capellanía católica es la encargada de llevar a los alumnos a Perú. "Trabajamos básicamente en Lima y Cuzco, pero hemos trabajado en Chincha (sur del Perú) reconstruyendo un colegio destruido por el terremoto de 2007 y Ayaviri en la frontera con Bolivia. En cada viaje desarrollamos proyectos de salud, educación, ambientales y construcción. El objetivo es que los jóvenes desarrollen sus carreras universitarias al servicio de los más necesitados", explica Raoul Masseur, laico consagrado encargado de la pastoral universitaria católica de Brock, gestor del proyecto SEA y que ha trabajado como religioso más de 30 años en zonas marginales de América Latina y África.
"Contando centros preescolares, colegios, postas médicas, campañas de salud, campañas educativas, escaleras en nuevos asentamientos humanos, bibliotecas para niños, entre otros proyectos, SEA ha ayudado a más de 100 mil peruanos", agrega Masseur, quien aún espera una oportunidad oficial para presentar los descargos a las acusaciones de Isla.
Los estudiantes desarrollan proyectos según las prioridades de las necesidades establecidas por la gente de las comunidades en diálogo con organizaciones locales y líderes comunitarios. "Los canadienses prestan sus manos y vienen a aprender de la gente no a enseñar", explica Masseur.
La intolerancia anti-católica de Isla es conocida en otros ambientes universitarios. Alcibiades Malapi-Nelson, profesor de la Universidad de York, define el escrito de la socióloga como una promoción del "odio anti-católico", así como de "discursos anticuados y elitistas, repitiendo la retórica anti-eclesial que pocos todavía se dan el lujo de usar, cobijados dentro de una burbuja intelectual que desdice del ambiente de debate y tolerancia propia del ambiente académico y canadiense".
Una alumna de Brock, que prefiere mantener su identidad en reserva por temor a represalias académicas, sostiene que el discurso conflictivo de Isla –posicionada en temas ecológicos y feministas desde una perspectiva de izquierda radical- confunde a los alumnos que tienen interés en hacer algo por cambiar el mundo y parece más preocupada en crear "derechos de los animales" que por seres humanos necesitados en su país de origen.
Son muchos los alumnos de Brock que consideran al SEA una oportunidad de madurar como personas y mejorar su rendimiento académico y profesional. Varios participantes han hecho cambios en su carrera para enfocarse profesionalmente en la asistencia a los más necesitados.
Uno de los 200 estudiantes que ha pedido a la Universidad de Brock continuar con el SEA es Daryl Kaytor, candidato a un doctorado en Ciencias Políticas por la Universidad de Carleton.
"He estado en Perú y Ecuador con SEA. Los viajes son una excelente introducción a la cultura, los valores y la política de América del Sur, así como un importante punto de partida para aquellos que se ocupan de cuestiones de la justicia social, ambiental y de distribución", sostiene Kaytor y califica de "vergüenza" los ataques.
"En América del Sur, la mayoría de gente es católica, pero lo más importante, las instituciones sociales que tienen los recursos, la motivación y la capacidad operativa para intentar siquiera tratar asuntos de justicia social son también profundamente católicas. He experimentado estos viajes junto a protestantes, judíos, hindúes, deístas, agnósticos, ateos y otros. Me resulta difícil creer que un líder Inuit de un viaje al Ártico, que participa en las prácticas religiosas y espirituales de sus propias tradiciones reciba la mitad de las criticas de estos viajes", agrega.