Al presidir el rezo del Ángelus dominical ante miles de fieles en la Plaza de San Pedro, el Papa Benedicto XVI los alentó a prepararse adecuadamente para la Navidad y así inundar los hogares con la auténtica alegría y la luz del nacimiento del Niño Dios.
En su saludo en español, el Papa recordó que este domingo, el tercero del Adviento, es el llamado domingo de Gaudete que "nos invita a prepararnos con la oración y las buenas obras a celebrar con gozo la llegada Jesús entre nosotros. Que la Santísima Virgen María nos enseñe a reconocerlo y amarlo, de modo que nuestro corazón y nuestros hogares se inunden de su luz".
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En su reflexión en italiano, el Santo Padre explicó que los textos de la liturgia de hoy animan a seguir viviendo en la esperanza, la vigilancia del corazón que "el cristiano está llamado a ejercitar siempre, en la vida de todos los días".
"El ambiente externo propone los habituales mensajes de tipo comercial aunque si menos por la actual crisis económica. El cristiano está invitado a vivir el Adviento sin dejarse distraer por las luces, pero sabiendo dar el justo valor a las cosas, para fijar la mirada interior en Cristo".
De hecho, continuó, "si perseveramos ‘vigilantes en la alabanza y alegres en la oración’, nuestros ojos serán capaces de reconocer en Él la verdadera luz del mundo, que viene a alumbrar nuestras tinieblas".
En este domingo de Gaudete, el cristiano está llamado a la verdadera alegría que "no es fruto del divertirse, entendido en el sentido etimológico de la palabra divertir, es decir evadirse de los compromisos de la vida y de sus responsabilidades".
"La verdadera alegría está ligada a algo más profundo. Ciertamente, en los ritmos cotidianos, a menudo frenéticos, es importante tener espacios de tiempo para el descanso, para relajarse, pero la verdadera alegría está ligada a la relación con Dios".
Según señala la nota de Radio Vaticano, el Papa explicó que "quien ha encontrado a Cristo en la propia vida, experimenta en el corazón una serenidad y una alegría que nadie y ninguna situación puede quitar".
"San Agustín lo había entendido muy bien, en su búsqueda de la verdad, de la paz, de la alegría, luego de haber buscado en vano en las múltiples cosas, concluye con la célebre expresión que el corazón del hombre está inquieto, no encuentra serenidad y paz hasta que no descansa en Dios".
"La verdadera alegría –prosiguió– no es un simple estado de ánimo pasajero, ni algo que se alcanza con los propios esfuerzos, sino que es un don, nace del encuentro con la persona de Jesús, de hacerle espacio en nosotros, de acoger el Espíritu Santo que guía nuestra vida".
Por ello, afirmó el Papa, "en este tiempo de Adviento reforcemos la convicción de que el Señor ha venido en medio de nosotros y continuamente renueva su presencia de consolación, de amor y de alegría. Tengamos confianza en Él; come una vez más afirma San Agustín, a la luz de su experiencia: el Señor está más cercano a nosotros de cuanto nosotros lo estamos de nosotros mismos".
"Confiemos nuestro camino a la Virgen Inmaculada, cuyo espíritu exultó en Dios Salvador. Que sea Ella que guíe nuestros corazones en la alegre espera de la venida de Jesús, una espera rica de oración y de obras buenas", concluyó.
Después del rezo mariano, el Santo Padre saludó a los niños, que siguiendo la tradición del tercer Domingo de Adviento llevan sus imágenes del Niño Jesús para que el Papa las bendiga.
"Queridos hermanos y hermanas –dijo– hoy el primer saludo está dedicado a los niños de Roma, que vinieron para la tradicional bendición de los ‘Bambinelli’, organizada por el Centro oratorios romanos. Queridos niños, cuando recen ante sus nacimientos, acuérdense de mí, así como yo me acuerdo de ustedes ¡Gracias! ¡Feliz Navidad!"